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Segunda parte MAESTROS, AMIGOS Y COLABORADORES

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MAESTXOS. <strong>AMIGOS</strong> Y <strong>COLABORADORES</strong><br />

Durante los años 1 91 3 y 1914, hasta la guerra que estalló en el mes<br />

de agosto, Obermaier y Wernert prosiguieron los trabajos en El Castillo,<br />

donde estuve unas semanas. Tanto en igiz coino en 1913, en diversas<br />

ocasiones, estos trabajos habían reunido a un buen grupo dejóverles<br />

especialistas: el Barón C. E. Blanc, de Roma; Miles Burkitt, de<br />

Cambridge; Iakob Fiesa de Hannover: R. R. Schmid, de Tubinga; y el<br />

Padre Teilhard de Chardin. Pronto llegó la primera catástrofe mundial;<br />

mientras yo regresé a Francia, Obermaier prosiguió la excavación que<br />

tenía confiada hasta el agotamiento de las sumas puestas a su disposición<br />

por el Institut de Paléontologie Humaine. A pesar de su deseo de<br />

participar lealmente en cl conflicto mundial, como capellán o enfermero<br />

militar, se vio obligado a quedarse en España.<br />

Fue destituido de su puesto en París por una carta de M. Boule, que<br />

debía haber sido má$ comprensivo con los grandes seMcios de Obermaier<br />

al Institut de Paléontologie Humaine. A título personal, el Príncipe de<br />

Mónaco mantuvo su sueldo a Obermaier. Pero este pronto lo rechazó, a<br />

causa de las intenciones de Boule que pretendía seguir inte~niendo en<br />

su actividad científica. Se estableció en Madrid, donde nuestro común<br />

amigo el Conde de la Vega del Sella le acogió y le hizo nombrar, igual<br />

que a Paul Wernert, agregado al Museo de Historia Natural.<br />

En París, Henri Neuville, secretario del Institut de Paléontologie<br />

Humaine, y otras personas, se cuidaron de proteger de un posible secuestro<br />

lo más esencial de sus libros y documentos científicos, que le<br />

devolví posteriormente, incluidos los resultados de sus excavaciones en<br />

Baviera, en las cuevas paleolíticas de la Klause (Neuc Essing) con un<br />

esqueleto solutrense. Todo ello se hizo con la aprobación formal del<br />

Príncipe Alberto que le conservó, igual que yo, toda su afectuosa estima.<br />

Durante mis estancias en Madrid, científicas o de otra naturaleza,<br />

en el curso de la guerra de 1914-1918, pude verle con mucha frecuencia.<br />

Fue la época en que, con Paul Wernert, se dedicó a descifrar los<br />

depósitos del Manzanares y la estratigrafía de sus industrias. Pienso que<br />

en esta tarea se dejó influir en exceso por un *espejismo africano. tomado<br />

como hipótesis de trabajo, pero su labor, objetiva y considerable,<br />

se mantiene magnífica y sólida, habiendo servido de base a las investigaciones<br />

posteriores de sus alumnos.<br />

En 1916 y 1917, tuvo que enfrentarse a pérfidos ataques de algunos<br />

españoles envidiosos de'su magnífica tarea: fue denunciado como fran-

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