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Número 55 - Año XXIV - aespat

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60 José Antonio San Martín Pérez<br />

autoriza el hecho de matar. Razones religioso-culturales<br />

justifican, en algunas partes del<br />

mundo, la muerte de un ser querido. Todas<br />

estas creencias se han transmitido a través<br />

del Padre y ésta es la voz de su conciencia.<br />

Sin embargo, el Padre y el Niño no son estados<br />

del Yo adecuados para creer que las personas<br />

son importantes. Estos dos estados del<br />

Ego se encuentran influidos, de una parte,<br />

por lo que vieron hacer y decir a sus padres,<br />

a sus educadores, a su cultura ambiental y,<br />

de otra, por lo que sintieron, pensaron, hicieron<br />

o dijeron como reacción a todo aquello.<br />

De ahí surge la siguiente cuestión: la jerarquía<br />

de valores que aprendimos cuando<br />

éramos niños ¿es válida también ahora que<br />

somos adultos? (Empleando la terminología<br />

del AT, Padre, Adulto y Niño (PAN) son estados<br />

del Ego. Escritos con minúsculas, significan<br />

personas concretas). Responder a<br />

este interrogante es propio del estado Adulto<br />

del Yo. Él debe examinar los contenidos del<br />

Padre para ver cuál de ellos es válido hoy y<br />

por qué es éticamente aceptable en el aquí y<br />

ahora. Es necesario evitar el rechazo total<br />

del Padre, así como su total aceptación.<br />

Aquellos valores morales que todavía valen<br />

hoy, los incorpora el Adulto a su Ethos, o<br />

Padre del Adulto, y los transmite a la generación<br />

siguiente que, a su vez, realizará el<br />

mismo proceso de selección y adaptación.<br />

Nº <strong>55</strong> <strong>Año</strong> 2006<br />

P<br />

Ethos<br />

Logos A 2<br />

Pathos<br />

N<br />

Figura 1:<br />

Estructura del Adulto de Segundo Orden.<br />

A 1<br />

Dirigir nuestra vida desde el Adulto tiene<br />

grandes ventajas. En él reside la posibilidad<br />

de evitar el mal y lograr las condiciones para<br />

llegar a ser una persona sana y actualizada,<br />

es decir, autónoma. En él está la posibilidad<br />

de asumir todo lo bueno que le ofrece el estado<br />

Padre y Niño y liberarse de los aspectos<br />

negativos del Padre y de los impulsos<br />

negativos del Niño. Berne sostenía que el<br />

Adulto debe dirigir la vida, pues es el único<br />

que puede construir en las personas una jerarquía<br />

de valores racionales.<br />

Los mensajes de las figuras parentales<br />

señalan al niño lo que debe hacer o decir, y<br />

también lo que debe pensar o sentir, cuándo<br />

y cómo. Si actúa, habla o siente de acuerdo<br />

con lo que dicen los padres, éstos le acarician<br />

positivamente. Si no, le castigan. Los<br />

transaccionalistas hablan, en este caso, de<br />

caricias condicionales (Roman, 2006, pp.<br />

287-288; Oller, 1994, 1996 y 2006; Cuadra,<br />

1994. También, www.bernecomunicacon.net:<br />

Emociones, rackets y caricias). Así, los padres,<br />

o quienes hacen sus veces –in loco<br />

parentis–, van estableciendo la jerarquía de<br />

valores en el niño. Es evidente que a lo más<br />

tardar a los 8 ó 10 años los niños tienen ya<br />

una jerarquía de valores en su estado Padre<br />

del Yo que les ayudará a distinguir lo<br />

bueno de lo malo, lo que se ha de hacer en<br />

su estado Padre del Yo que les ayudará a<br />

distinguir lo bueno de lo malo, lo que se ha<br />

de hacer o lo que no se ha de hacer. El peligro<br />

está en absolutizar estos valores, en<br />

mantener rígidas y que el Adulto no las contraste,<br />

adaptándolos al tiempo y a la realidad<br />

concreta; sin este ejercicio los valores<br />

se pueden convertir en negativos (Román,<br />

1983, pp. 430-432). El Derecho Romano<br />

nos lo recuerda con aquella célebre máxima:<br />

“Summun ius, summa iniuria”. Cuando<br />

yo convierto en un dios a la justicia, ésta se<br />

convierte en injusticia; cuando absolutizo la<br />

libertad, ésta impide el desarrollo de la libertad<br />

de los que nos rodean y por lo tanto se<br />

convierte en algo negativo. Cuando el amor<br />

a sí mismo, algo positivo y evangélico, según<br />

nos recuerda San Mateo: “Amarás al<br />

prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 39-40),

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