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Número 55 - Año XXIV - aespat

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62 José Antonio San Martín Pérez<br />

ren protección del Padre Nutritivo y firmeza<br />

del Padre Crítico, pero que al mismo<br />

tiempo le teman lo suficiente para evitar el<br />

rechazo o exclusión.<br />

En este estado del Yo Padre, especialmente<br />

en el Padre del Padre, lo que predomina<br />

es la ley o la norma. Lo importante no<br />

es a dónde apunta la ley (prójimo o Dios)<br />

sino la ley misma.<br />

Madre<br />

Figura 2:<br />

Estructura del PADRE de Segundo Orden.<br />

Este estado del Yo Padre nos estructura<br />

por medio del orden, la ley, la autoridad.<br />

Esta concepción da importancia al orden<br />

jurídico. Hay un predominio del valor<br />

de la ley como criterio de valoración del<br />

comportamiento. Se mide nuestra responsabilidad<br />

o culpabilidad no tanto desde la<br />

interioridad, sino más bien desde la objetividad<br />

de la ley. Como señala Marciano Vidal<br />

(1975):<br />

La comprensión cristiana del pecado<br />

se ha visto muchas veces falseada por<br />

esta orientación legalista de la conciencia<br />

moral. El legalismo moral ha<br />

traído como defectos: el casuismo (se<br />

trata de ver las aplicaciones de la ley a<br />

los casos particulares); el fariseísmo<br />

(se buscan subterfugios para que la ley<br />

no tenga aplicación); la hipocresía (se<br />

intenta vivir bien con la ley, aunque no<br />

Nº <strong>55</strong> <strong>Año</strong> 2006<br />

P 2<br />

P 2<br />

A A<br />

N N<br />

A<br />

N<br />

Padre<br />

se viva bien con la conciencia); los escrúpulos<br />

(son la manifestación patológica<br />

de una relación interpersonal del<br />

hombre con la ley) (p. 69).<br />

En el Padre incluimos las normas asimiladas<br />

sin evaluación, que provienen de las<br />

figuras parentales. Vivir desde el Padre los<br />

valores es obtener seguridad y claridad, orden<br />

y eficacia, que son valores estimados<br />

por el Padre. Si no logramos confrontar<br />

nuestros valores desde el Padre con la<br />

realidad, que nos da el Adulto, nos quedamos<br />

en personalidades dogmáticas o farisaicas,<br />

en una clara moral heterónoma. El<br />

Adulto del Padre y el Padre Nutritivo, por<br />

estar en relación con el Adulto, son más<br />

flexibles y ejercen normalmente una función<br />

positiva; pero la dificultad la tenemos<br />

en “Su Excelencia”, el Padre del Padre,<br />

que es dogmático, impositivo, inflexible,<br />

dominante.<br />

De todo lo dicho podemos sacar una<br />

conclusión evidente: si queremos vivir de<br />

una manera adulta, no basta la simple<br />

obediencia a la ley y el sometimiento a lo<br />

mandado por la autoridad, sin saber dar<br />

una explicación razonada de nuestra conducta.<br />

La justificación última sobre la<br />

bondad o malicia de una acción no se encuentra<br />

jamás –a no ser en el caso de las<br />

leyes puramente positivas– en el hecho<br />

de que esté mandada o prohibida, sino<br />

en el análisis y estudio de su contenido<br />

interno. Hay que conectar con el Adulto<br />

para actualizar las normas situadas en el<br />

Padre del Padre. Hay que pasar de la heteronomía<br />

a la autonomía (Azpitarte,<br />

1990, pp. 102-104).<br />

La ética, los valores propuestos del Padre<br />

corren el peligro de quedarse en el imperativo<br />

y lo mandado, perdiendo el indicativo<br />

la relación con el Adulto, la experiencia<br />

directa y única con él. Lo que estructura a la<br />

persona es saberse amado, querido, perdonado,<br />

aceptado y no tanto el ser mandado.<br />

La madurez humana no puede quedar relegada<br />

a la obediencia de unas normas, propias<br />

del Padre del Padre (Urribarri, 2003,<br />

pp. 275-278).

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