una aportación al estudio del cuento fang de ... - Nuestro Centro
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Tejuelo, Monográfico: Una <strong>aportación</strong> <strong>al</strong> <strong>estudio</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>cuento</strong> <strong>fang</strong> … ISSN: 1988-8430.<br />
<strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> sus hermanos y emprendió el largo camino <strong>de</strong> la casa paterna. Sus padres le<br />
recibieron con <strong>al</strong>egría y lo casaron con <strong>una</strong> joven hermosa <strong><strong>de</strong>l</strong> poblado vecino. A los<br />
dos años, el segundo <strong>de</strong> los hermanos hizo <strong>al</strong> Kesa la misma petición que su hermano<br />
mayor. Las circunstancias <strong><strong>de</strong>l</strong> pago y <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida fueron las mismas que las <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
primogénito. También el segundo hermano se pudo casar pronto con <strong>una</strong> bella joven.<br />
La <strong>al</strong>egría <strong>de</strong> los padres era gran<strong>de</strong>, pero no completa <strong><strong>de</strong>l</strong> todo: ¿Qué le pasaría a su hijo<br />
pequeño?<br />
Mikibi seguía sirviendo fielmente <strong>al</strong> Kesa; por eso lo apreciaba más que a sus<br />
hermanos y que a todos sus empleados. Cuando llegó el día <strong>de</strong> pedir su paga y <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>spedirse, Kesa no le quería <strong>de</strong>jar marchar; pero tanto insistió Mikibi, que el Kesa le<br />
dijo:<br />
-Siento mucho separarme <strong>de</strong> ti, pero como quiero tu felicidad, te <strong>de</strong>jaré marchar<br />
en paz. Pí<strong>de</strong>me lo que quieras <strong>de</strong> mis gran<strong>de</strong>s riquezas, pues te lo daré. Mikibi pensó<br />
unos momentos y respondió:<br />
-Te pido como s<strong>al</strong>ario un saco <strong>de</strong> arena. El Kesa, extrañadísimo, preguntó<br />
nuevamente:<br />
-¿Cómo, teniendo tanto oro para pagarte, sólo me pi<strong>de</strong>s un saco <strong>de</strong> arena?<br />
-Es que en mi pueblo no hay arena —contestó Mikibi. Preocupado, el Kesa le<br />
insistió:<br />
-¿No estás contento <strong>de</strong> cómo me he portado contigo estos años?<br />
-Estoy muy contento, pero no <strong>de</strong>seo más que un saco <strong>de</strong> arena. Ante tanta<br />
insistencia, el Kesa dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> preparar dos buenos sacos <strong>de</strong> arena y que dos<br />
empleados le ayudaran a trasladarlos hasta el límite <strong>de</strong> sus fronteras.<br />
Los acompañantes <strong>de</strong> Mikibi se cansaron antes <strong>de</strong> llegar <strong>al</strong> fin<strong>al</strong>, pues el camino<br />
era largo y la carga pesada. Lo <strong>de</strong>jaron solo y se volvieron a las fincas <strong><strong>de</strong>l</strong> Kesa. Mikibi<br />
cargó con los dos pesados sacos y, poco a poco, llegó a un poblado, don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuvo<br />
para <strong>de</strong>scansar y pasar la noche. Las gentes <strong><strong>de</strong>l</strong> poblado le explicaron que el viejo<br />
camino, más corto, ya no se usaba, porque estaba abandonado; a<strong>de</strong>más, junto a él se<br />
pudría vivo un brujo hechicero; su extraña enfermedad sólo se curaba con arena.<br />
Mikibi, como no conocía el camino nuevo, no hizo caso <strong>de</strong> las indicaciones que le<br />
dieron, y a la mañana siguiente siguió con su pesada carga por el viejo y temido camino.<br />
El sol mostraba su rostro como asustado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las nubes; s<strong>al</strong>ían las mujeres a<br />
las fincas y Mikibi cogió el viejo camino que conducía a su casa. Al cabo <strong>de</strong> un rato <strong>de</strong><br />
penoso caminar, metido ya en un bosque peligroso, oyó los tristes quejidos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
pudriente. Siguió caminando con v<strong>al</strong>entía, confiando en su buena suerte. Cerca ya <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
m<strong>al</strong>igno hechicero, éste oyó sus pasos sobre las hojas secas, y le gritó:<br />
-¿Eres un hombre o <strong>una</strong> fiera?<br />
-Soy Mikibi, el menor <strong>de</strong> tres hermanos —respondió el caminante.<br />
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