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una aportación al estudio del cuento fang de ... - Nuestro Centro

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Tejuelo, Monográfico: Una <strong>aportación</strong> <strong>al</strong> <strong>estudio</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>cuento</strong> <strong>fang</strong> … ISSN: 1988-8430.<br />

4. Premio y castigo.<br />

En un poblado pequeño, situado en el corazón <strong>de</strong> la selva, vivían dos viudas:<br />

<strong>una</strong> <strong>de</strong> ellas, <strong>de</strong> carácter apacible y bondadoso; la otra, en cambio, irascible y <strong>de</strong>sabrida.<br />

Ambas tenían <strong>una</strong> hija ya mayorcita.<br />

Cierto día, la mamá virtuosa envió a su pequeña a buscar <strong>una</strong>s hojas con que<br />

preparar la yuca. Pronta y <strong>al</strong>egre se internó en la selva la muchacha, canturreando <strong>una</strong><br />

canción <strong>de</strong> moda. Descuidada, <strong>de</strong>shojaba el okieñ kuiñ, cuando vio <strong>una</strong> linda mariposa,<br />

volando. De flor en flor. Le gustó tanto que quiso atraparla; pero el grácil insecto se<br />

escapaba más lejos, cada vez que las manos <strong>de</strong> la joven estaban a punto <strong>de</strong> cogerla.<br />

¿Cuánto tiempo duró la persecución <strong>de</strong> la belleza <strong>al</strong>ada? No se sabe; pero <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser<br />

mucho.<br />

Lo cierto es que, sin saber cómo ni por dón<strong>de</strong>, se encontró la adolescente en<br />

un claro <strong>de</strong> la selva, don<strong>de</strong> no había más que <strong>una</strong> choza. Forzada por el hambre> no<br />

tuvo más remedio que llamar y entrar en ella, aunque no sabía quien la habitaba.<br />

No encontró persona <strong>al</strong>g<strong>una</strong>, pero sí quedó asombrada <strong>de</strong> la cantidad <strong>de</strong><br />

comidas que <strong>al</strong>lí había; carne, pescado, ahumado, plátanos, cacahuetes, yuca, etc., etc...<br />

Con presteza preparó mucha comida; pero no se atrevió a tocarla hasta tanto que<br />

regresara el dueño <strong>de</strong> la casa. Como estaba también cansada, se quedó profundamente<br />

dormida. A eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> oyó estrépito <strong>de</strong> utensilios, y voces inconexas <strong>de</strong>spertaron<br />

a la joven, que <strong>de</strong>spavorida vio entrar por la puerta a un gigantón, el dueño <strong>de</strong><br />

la choza, que regresaba <strong>de</strong> las faenas <strong>de</strong> la finca. También él quedó sorprendido <strong>al</strong> ver<br />

<strong>al</strong>lí a la hermosa muchacha.<br />

—¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó el gigante.<br />

—Soy <strong>una</strong> <strong>de</strong>sdichada —respondió con miedo la joven—; he dado en este<br />

bello lugar por la ridícula ilusión <strong>de</strong> capturar <strong>una</strong> mariposa. He preparado la comida; ahí<br />

la tienes, señor; no he querido comer, pues esperaba <strong>al</strong> dueño para servirle.<br />

—No te preocupes, hija mía, —repuso el gigante—, aunque ardo en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

comerte, porque eres tierna y tienes la carne fresca, te profesaré, en a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, el cariño<br />

<strong>de</strong> un padre; te consi<strong>de</strong>raré como a mi hija. Anda, trae la comida y comamos.<br />

Corrían los días y los meses, y el gigante y la afort<strong>una</strong>da joven vivían felices,<br />

como buenos amigos; él buscaba apetitosas comidas y ella las preparaba con arte<br />

culinario. Pero un día, la adolescente dijo <strong>al</strong> padre adoptivo:<br />

— Tengo mucha pena por mi mamá; es viuda; no tiene a nadie más que a mí,<br />

y, cuando no me ve, se muere <strong>de</strong> pena; ¿me <strong>de</strong>jas ir a don<strong>de</strong> ella?<br />

— Mañana te daré la respuesta, —dijo el bosquero.<br />

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