Iglesias relevantes

tonto que pareciera este plan de conquista,
si Josué obedecía iba a obtener la
victoria.
El éxito depende de la fidelidad
(Isaías 6)
Cuando Dios llamó a Isaías para
predicar en Judá, lo hizo porque la
condición del pueblo era de extremo
pecado. De acuerdo a Isaías 1:5, 6:
“…toda su cabeza está herida, todo su
corazón está enfermo. Desde la planta
del pie hasta la coronilla no les queda
nada sano: todo en ellos es heridas,
moretones, y llagas abiertas, que no les
han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas
con aceite” (NVI). Esta condición
del pueblo, que los había llevado a invertir
los valores morales (5:20), hizo
que la labor de predicación de Isaías
fuera más difícil. El mensaje de Isaías
fue: “Oigan bien, pero no entiendan;
miren bien, pero no perciban. Haz insensible
el corazón de este pueblo; embota
sus oídos y cierra sus ojos, no sea
que vea con sus ojos, oiga con sus oídos, y
entienda con su corazón y se convierta y
sea sanado” (6:9, 10, NVI). En otras palabras,
la comisión de Dios para Isaías
fue de embotar los sentidos del pueblo
debido a su pecado. Toda capacidad de
percepción iba a ser bloqueada para
que el mensaje no se recibiera.
Me pregunto, ¿cómo responderíamos
nosotros en este tiempo a este
tipo de mensaje, donde todo o la mayoría
de las cosas que se hacen es apelando
a nuestros sentidos? Muchos de
los predicadores de hoy usan técnicas
de persuasión para mover a las masas
a hacer lo que ellos quieren, y miden
su éxito con relación a cuántas personas
pudieron manipular.
Predicar un mensaje que no produzca
conversos es difícil. Ser un líder
que no tenga seguidores es frustrante.
Alguien ha dicho que si quieres saber
si eres líder o no, mira hacia atrás,
para ver si alguien te está siguiendo.
Aunque esto pueda ser cierto, creo que
de acuer do a Dios no sucede igual todas
las veces. Isaías predicó sus mensajes
a un pueblo de oídos sordos, ojos
ciegos y corazones endurecidos. Antes
de comenzar su misión, él le preguntó
al Señor la duración de su predicación.
Es posible que si nosotros tenemos
un ministerio “exitoso” no deseamos
que termine nunca, pero si nuestro
ministerio no es exitoso de acuerdo a
los estándares del mundo, de seguro
desearíamos saber cuándo va a terminar.
La respuesta de Dios a Su siervo
fue: “hasta que las ciudades queden
destruidas y sin habitante alguno; hasta
que las casas queden deshabitadas, y los
campos, asolados y en ruinas…” (6:11,
NVI). El éxito del profeta Isaías consistió
en su fidelidad al llamado que Dios
le hizo de predicar Su Palabra.
Para Dios el éxito no depende de los
números
¿A cuántos de nosotros no nos
gusta contar el número de convertidos
después de predicar un mensaje y
hacer un llamado? Mientras más conversos,
más exitoso estuvo el mensaje.
Hoy día catalogamos los grandes
ministerios por la cantidad de decisiones
después de los mensajes del
predicador. Pero ¿qué sucedería si al
predicar un mensaje la reacción de la
gente fuera todo lo opuesto a lo que esperamos?
En el libro de los Hechos leemos
las historias de dos grandes hombres
de Dios. Uno predicó un mensaje
con el cual se convirtieron tres mil
personas (Hechos 2:41); la segunda
vez que predicó se convirtieron unos
cinco mil (4:4); el otro predicó un
sólo mensaje, frente al Consejo, en el
cual denunció el pecado y la rebelión
de los líderes religiosos y del pueblo,
y el pecado de haber matado al Justo.
A Esteban ni siquiera se le permitió
terminar su mensaje. Fue apedreado,
pagando con su vida lo que predicó.
Aunque no ganó conversos, sí ganó la
gloria (Hechos 7).
Conclusión:
De acuerdo a la definición del diccionario
de la palabra éxito, cuando la
comparamos con los ejemplos de las
Escrituras, vemos que el paradigma
de Dios es totalmente opuesto al paradigma
del mundo. No todo el tiempo
tenemos un resultado feliz, o buena
aceptación de acuerdo al mundo. De
hecho, cuando leemos Hebreos 11, en
el cual encontramos una lista de hombres
y mujeres exitosos de acuerdo a la
norma de Dios, nos sorprende ver que
estos héroes no eran ni siquiera bienvenidos
o aceptados en sus sociedades.
El escritor termina la descripción de
ellos con la exclamación: “¡El mundo
no merecía gente así!” (11:38, NVI).
Cuando Jesús exclamó en la cruz:
“Consumado es” (Juan 19:30, RV 1960),
nos dio la norma más alta de lo que es el
éxito de acuerdo a Dios. Aunque estaba
dando Su vida, la entregó satisfecho de
haber cumplido con Su deber, que era
hacer la voluntad de Su Padre.
Como ministros, nuestra mayor
preocupación debe ser la de cumplir
con la voluntad de Dios, sin importar
las circunstancias o condiciones del
momento, libres de las presiones de
la sociedad que nos compelen a preocuparnos
por la grandeza y la altura.
Nuestra preocupación debe ser la de
ser obedientes, fieles y constantes en
nuestro servicio al Señor para un día
poderle escuchar decirnos: “Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel sobre
mucho te pondré; entra en el gozo de tu
señor” (Mateo 25:21, RV).
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