Iglesias relevantes

Él, sigue Sus instrucciones, imita Su
fe y adquiere Su carácter. Le gusta
estar donde Él se manifiesta. Esa fe
entonces no puede dormirse durante
la semana sino que debe ser activa
y viva. Hay quienes se acercan a la
iglesia por algún tipo de interés, le
gusta la música, los cánticos, a veces
hasta los sermones y pasan al frente
a hacer una confesión de su “fe” pero
no hacen ningún tipo de compromiso
con Dios, ni con la iglesia, sólo
se sienten atraídos. Al no asumir un
compromiso no saben de lo que se
están perdiendo, ya que lo mejor es
vivir una verdadera vida de Fe, para
que la misma nos lleve a una vida
práctica de la maravillosa verdad
eterna en Jesucristo.
¿Ponemos en práctica lo aprendido
en la iglesia?
En el libro de Santiago 1:22­25
leemos: “Pero sed hacedores de la palabra,
y no tan solamente oidores, engañándoos
a vosotros mismos. Porque
si alguno es oidor de la palabra, pero
no hacedor de ella, éste es semejante al
hombre que considera en un espejo su
rostro natural. Porque él se considera a
sí mismo, y se va, y luego olvida cómo
era. Mas el que mira atentamente en la
perfecta ley, la de la libertad, y persevera
en ella, no siendo oidor olvidadizo,
sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado
en lo que hace”. En Mateo
7:24­27, nuestro Señor Jesucristo,
durante Su discurso del Sermón del
Monte, declara la verdadera actitud
del que pone en práctica la palabra
aprendida, llamándolo prudente. Este
tipo de persona tiene fundamento, el
cual no importando la intensidad de
la tormenta, queda firme; todo lo contrario
al insensato. ¿Cuál es usted?
¿Lo hacemos relevante en nuestras
vidas?
Debemos darle un carácter significativo
a lo que aprendemos en la
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iglesia. Esto, sin embargo, sólo sucederá
dependiendo de la entrega sincera
que hayamos hecho a Dios. En el
libro de Hechos 2:42, el doctor Lucas
dice: “Y perseveraban en la doctrina de
los apóstoles, en la comunión unos con
otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones”.
Dos condiciones importantes que
deben darse en la persona que se
convierte en un discípulo de Cristo
1. Perseverar: Esto es mantenerse
constantemente en la prosecución
de lo comenzado, persistir. El
apóstol Pablo le dice a Timoteo
en su segunda epístola 3:14: “Pero
persiste tú en lo que has aprendido
y te persuadiste, sabiendo de
quién has aprendido”. Aunque en
el contexto el apóstol se refiere a
combatir las falsas enseñanzas, no
es menos cierto que en la decisión
de seguir el camino de fe y de
unirse a una congregación debe
estar presente el elemento de perseverancia.
2. Comunión: Palabra que a su vez
significa: común a varias personas,
asociación. Destaco aquí
un primer aspecto de la palabra
comunión ya que más adelante,
bajo la rúbrica “¿Nos reunimos a
adorar a Dios...?” estaré tratando
un segundo aspecto. Para adquirir
madurez cristiana se hace necesaria
la unidad con otros creyentes.
Para crecer en fe hay que tener
compañerismo. Es así que se crece.
Necesitamos la koinonía con el
Padre y el Hijo (l Juan 1:3), con el
Espíritu Santo (2 Corintios 13:13) y
los unos con los otros (1 Juan 1:7).
De esta condición depende nuestro
avance, nuestro crecimiento y que
realmente hagamos del evangelio
algo notable, que despierte la sed
en otros de creer.
3. Doctrina: En la iglesia primitiva
eran enseñados por los apóstoles;
se unían a otros discípulos en la
oración; recibían doctrina (enseñanza
que se da para instrucción)
y en ella perseveraban teniendo
comunión los unos con los otros.
Pastores, maestros, líderes, enseñemos
a la gente la doctrina de Fe;
dejemos de mezclarla con tantas
normas que a veces sobrecargan a
la gente y no les permiten crecer.
Querido lector, hoy en día se hace
necesario que se den estas condiciones
para que tú y yo no seamos un religioso
más sino personas que hagamos
relevante aquello que hemos aprendido.
¿Cómo transmitimos esto una vez
salimos de la iglesia?
Anteriormente dije que el segui dor
de Cristo se compromete, al comprometerse
y que al hacerlo entiende que debe
enseñar lo aprendido. El apóstol Pablo
nos dice en Romanos 10:17: “Así que
la fe es por el oír, y el oír, por la palabra
de Dios”. Pero en este mismo contexto
en los versículos 13­16 hablando sobre
el credo de que Jesús es el Señor, antepone
ciertas condiciones de orden espiritual,
pues para invocar, primero hay
que creer, pero para creer hay que oír,
deben oír de alguien y ese alguien debe
ser enviado. ¿Acaso no te ha enviado el
Señor? Es hora ya que el creyente que
oye la Palabra de Dios, que aprende y
que lee, transmita lo que posee. ¿Cómo
comienza? Practicándolo y viviéndolo.
Es entonces que en él crece el deseo ardiente
de transmitirlo. Si hacemos esto
estamos obedeciendo el mandato de
nuestro Señor Jesucristo. El cuerpo de
Cristo, que es la iglesia, tiene que involucrarse
en la vida de los demás y afectarlos
positivamente. Por tal razón y por
inspiración del Espíritu Santo, el apóstol
Pablo escribió en l Corintios capítulo
12 acerca de la diversidad de dones dados
por el mismo Espíritu que nos capacitan
para compartir la maravillosa