Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
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El día 12 habían llegado los refuerzos. Un batallón que mandaba el comandante Mediavilla (a quien hirió <strong>un</strong><br />
balazo aquella misma noche, en el puesto <strong>de</strong> mando; cosa que no nos chocó <strong>de</strong>spués, porque las<br />
posiciones rojas dominaban las nuestras <strong>de</strong> tal modo, que hasta el puesto <strong>de</strong> mando estaba enfilado y<br />
batido)<br />
y nuestra inseparable Me-hal-la <strong>de</strong> Tetuán.<br />
A<strong>de</strong>más trajeron muy buenas noticias. Había venido mucha fuerza y andaba operando por el otro lado <strong>de</strong>l<br />
río. Nos hablaron <strong>de</strong> la cuarta Ban<strong>de</strong>ra y <strong>de</strong>l Batallón <strong>de</strong> Mérida, entre otras fuerzas escogidas.<br />
Primeramente dijeron que esas fuerzas (que iban muy a<strong>de</strong>lantadas en su avance) cojearían por <strong>de</strong>trás<br />
aquellas posiciones que nos traían <strong>de</strong> cara; pero más tar<strong>de</strong> se <strong>de</strong>cidió que seriamos nosotros los que<br />
entrásemos en Albarracín.<br />
Por la tar<strong>de</strong>, subieron los jefes <strong>de</strong> la Me-hal-la a mi posición. El comandante Hernán<strong>de</strong>z (que con la estrella<br />
en fondo negro y su cara y a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong> niño.<br />
tomé por <strong>un</strong> alférez provisional), el simpatiquísimo Galindo y el estirado y pulcro Romero. Con Frutos y mis<br />
capitanes estuvieron reconociendo el terreno; y a<strong>un</strong>que no me lo dijeron (yo rondaba curiosamente todos<br />
sus gestos) averigüé que al día siguiente entraríamos en Albarracín.<br />
Aquella noche, como ya he dicho, fueron dos ataques. El primero fue rechazado, "según costumbre"; pero<br />
el seg<strong>un</strong>do, sin duda, chocó algo más, porque el comandante llamó al teléfono. Yo era el oficial Más<br />
cercano en aquel momento y le puse en antece<strong>de</strong>ntes.<br />
—"Se repite el ataque, mi comandante. Pero parece menos fuerte que el anterior".<br />
Cuando di cuenta a Mayoral <strong>de</strong> mi opinión sobre el “festejo”, se indignó.<br />
"¿Más suave?—bramo—¡Los... riñones y <strong>un</strong> palito!. ¡Esto te parece suave!<br />
Fue el más fuerte <strong>de</strong> todos. Siempre me equivoco. Para eso soy alférez.<br />
* * *<br />
A<strong>un</strong> no se había disipado <strong>de</strong>! todo el humazo <strong>de</strong> la "Cheditta", cuando se inició el clarear y empezó la<br />
acción. La artillería —7'7, como siempre— empezó a corregir el tiro. Los legionarios fueron <strong>de</strong>spertando <strong>de</strong><br />
su sueño <strong>de</strong> minutos y los morazos <strong>de</strong> Galera se <strong>de</strong>slizaron (como sólo los moros saben <strong>de</strong>slizarse) hacia<br />
su p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida. Ellos atacarían por la izquierda, mientras la Ban<strong>de</strong>ra subía <strong>de</strong> cara, empezando por las<br />
pari<strong>de</strong>ras en que tan mal se había recibido a Zamora.<br />
Montojo llegó con e! resto <strong>de</strong> mi Compañía. Le tenía ya preparados los emplazamientos para las máquinas.<br />
y se hizo cargo <strong>de</strong> toda la base <strong>de</strong> fuego.<br />
La artillería empezó a zumbar <strong>de</strong> recio, pero los "rogelios" parecían dormir aún. Nada <strong>de</strong>notaba que<br />
esperasen aquel ataque por nuestra parte. Claro que no tenían i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hubieran llegado los refuerzos<br />
(en sus cinco ataques no habían oído más que el himno <strong>de</strong> la Legión) y no les cabía en la cabeza que la<br />
seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra se <strong>de</strong>cidiera a echárseles encima, ella sola.<br />
Con la salida <strong>de</strong>l sol se lanzó a<strong>de</strong>lante la Ban<strong>de</strong>ra. Allá fueron los legionarios, conducidos por Mayoral,<br />
Coloma y Negueruela (Marra estaba herido <strong>de</strong> la<br />
noche anterior, igual que Escobar y Martínez <strong>de</strong> Arija) y <strong>de</strong> la primera embestida se plantaron en el mismo<br />
bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l carrascal.<br />
Montojo, con sus gemelos, me señaló objetivos. Cantaron las máquinas y pronto empezaron a <strong>de</strong>scubrirse<br />
las <strong>de</strong> tos rojos. Primera y seg<strong>un</strong>da línea eran <strong>un</strong><br />
Hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> ametralladoras rusas (con cintas <strong>de</strong> 250 cartuchos) que barrían y barrían, sin que<br />
consiguiesen acallarlas los pepinazos magníficos <strong>de</strong> nuestra artillería.<br />
Las pocas piedras que nos protegían soltaban chispazos incesantes, ante la lluvia <strong>de</strong> balas que se nos<br />
venía encima. Virgilio tiraba y tiraba, empalmando cargadores, sin reparar en el humo que <strong>de</strong>spedía el