Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
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Hicimos alto; <strong>de</strong>scargamos los mulos y encendimos <strong>un</strong>a hoguerilla, pues ya he <strong>de</strong>jado dicho que hacía frío.<br />
Y al poco, bien envueltos en las mantas, fumábamos en corro a !a hoguera y nos distraíamos con cuentos y<br />
chascarrillos. Yo paseaba mi vista con orgullo por el coro <strong>de</strong> mis acompañantes; allí estaban Elías Pola y<br />
Pascual Irache, Franco, Cuenca y todos los <strong>de</strong>más héroes, que se disponían a pasar <strong>un</strong>a noche en claro y<br />
con peligro, sin <strong>un</strong>a protesta (a pesar <strong>de</strong> que la mayoría mostraban en la ropa las injurias <strong>de</strong> tres meses <strong>de</strong><br />
no parar), cantando y con humor suficiente para reírse ante cuentos <strong>de</strong> mejor o peor gusto, contados por<br />
Juan Miguel.<br />
Alg<strong>un</strong>os dormitaban ya, apoyados en cajas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones, cuando empezó a llover. Poco a poco se fue<br />
"manifestando" Nept<strong>un</strong>o, y antes <strong>de</strong> media hora llovía a cataratas. Comprobé con pánico que la hoguera se<br />
apagaba (a pesar <strong>de</strong> la leña que sin cesar echaban Cuenca y Franco) y que mis hombres tiritaban,<br />
<strong>de</strong>jándose calar<br />
en gesto <strong>de</strong> impotencia. Comprendí que mi misión alcanzaba la responsabilidad <strong>de</strong> las pulmonías que<br />
pudieran presentarse, y a voces y patadas <strong>de</strong>sperté a todos, obligándoles a moverse y a traer leña<br />
ab<strong>un</strong>dante por turno.<br />
Pero la lluvia podía más que la hoguera; y el cansancio vencía a mi entusiasmo. Hasta que utilicé el último<br />
recurso;, y a voz en cuello comencé a cantar:<br />
"Soy valiente y leal legionario,<br />
soy soldado <strong>de</strong> brava Legión..."<br />
Como movidos por <strong>un</strong> resorte se incorporaron todos. Trajeron leña, mucha leña. Y por turno soplaron con<br />
todas sus fuerzas en la agonizante hoguera. Recordare siempre a Elías Pola, calado hasta los huesos,<br />
chorreando por la borla <strong>de</strong>l gorro y cantando como <strong>un</strong> iluminado:<br />
"Mi divisa no conoce el miedo,<br />
mi <strong>de</strong>stino tan sólo es sufrir..."<br />
Pudimos más que los elementos <strong>de</strong>satados en interminable "noche triste". Cesó la lluvia y a<strong>un</strong> dormimos<br />
<strong>un</strong>a media hora antes <strong>de</strong> que amaneciera. En cuanto clareó reanudamos la marcha y diez minutos <strong>de</strong>spués<br />
(habíamos pasado la noche muy cerca <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>stino) me presenté y puse a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l<br />
comandante Claro. Un excelente jefe, al que conocía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que, con su Compañía, rescató Perdiguera la<br />
primera vez que atacaron los rojos, hace ya muchísimo tiempo.<br />
* * *<br />
Del monte <strong>de</strong> Rapún sólo me queda <strong>un</strong> recuerdo. Un frío horroroso que se nos metía hasta los tuétanos.<br />
Allí no había medios <strong>de</strong> proporcionarse <strong>un</strong> alojamiento <strong>de</strong>cente y hube <strong>de</strong> contentarme con <strong>un</strong>a chabola<br />
construida ya ("obra <strong>de</strong> pipis", según el <strong>de</strong>spectivo comentario <strong>de</strong> Cuenca), en la que entraba e] frío por los<br />
cuatro costados. Y menos mal que Franco discurrió, para que por las noches pudiera <strong>de</strong>scansar <strong>un</strong> poco,<br />
nacer nogueras interiores. Cuando el fuego quedaba convertido en brasas, las esparcía y mezclaba con la<br />
tierra mojada; y sobre aquel lecho <strong>de</strong> faquires me tumbaba envuelto en mantas, que apenas sellaban la<br />
humedad en los escasos ratos que lucía el sol.<br />
Menos mal que mis compañeros <strong>de</strong> fatigas eran Galludo y "Baena", y a<strong>un</strong> nos reímos bajo aquella lluvia<br />
infernal. Y los morazos, enlaces <strong>de</strong> Galindo, nos surtieron <strong>de</strong> té mor<strong>un</strong>o en ab<strong>un</strong>dancia, que nos entonaba.<br />
Los picos más altos, las posiciones más absurdas, eran visitados por nuestros inseparables proveedores.<br />
Dos morazos, paisanos, que nos seguían invariablemente comerciando.<br />
Al anochecer <strong>de</strong>saparecían. Y a la mañana siguiente, por el barranco <strong>de</strong>senfilado, subían arrastrando su<br />
carga inverosímil, empacada en trapos mugrientos. Los<br />
artículos más valiosos salían <strong>de</strong> los pliegues <strong>de</strong> las sucísimas chilabas.<br />
—Tabaco, "foforo", "cocholate", "conia"...— <strong>de</strong>cían, pregonando su mercancía codiciada, por toda la<br />
posición.<br />
Luego, sentados en cualquier rincón, al sol, aguantaban estoicamente el regateo <strong>de</strong> los legionarios.