Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
La subida pudo costamos <strong>un</strong> bombazo, pues guiados por el Pater, fuimos a parar cerca <strong>de</strong> <strong>un</strong>os centinelas<br />
que no nos esperaban; y tropezamos con <strong>un</strong>a alambrada <strong>de</strong>sconocida. Pero, gracias a Dios, no hubo<br />
novedad en la búsqueda <strong>de</strong>l tesoro (tesoro eran tres gallinas en aquellas latitu<strong>de</strong>s).<br />
El comandante nos había echado <strong>de</strong> menos, porque acababa <strong>de</strong> llegar el relevo; y se disponía a echarnos<br />
<strong>un</strong> broncazo, pero se contuvo a la vista <strong>de</strong>l botín. Cada <strong>un</strong>o acudió a su obligación y a la madrugada nos<br />
<strong>de</strong>spedíamos <strong>de</strong> los Pueyos <strong>de</strong> Larrea, precioso paisaje pirenaico, que os recomiendo para la peregrinación<br />
patriótica <strong>de</strong> postguerra.<br />
* * *<br />
Pero tampoco aquel relevo significó <strong>de</strong>scanso, sino que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> media hora <strong>de</strong> parada en Larrés, que<br />
aprovechamos para comer caliente, que buena falta nos hacía, emprendimos la marcha para Senegüé.<br />
También por allá habían atacado los rojos, poniendo en grave aprieto a la guarnición <strong>de</strong> Asín. Aquella vez<br />
no hubo "pan<strong>de</strong>ra", y todo se redujo a subir a otra imponente montaña (tardé más <strong>de</strong> tres horas en acarrear<br />
por <strong>un</strong> barranco apocalíptico mi sección <strong>de</strong> máquinas), emplazar las ametralladoras, iniciar el <strong>de</strong>spliegue y<br />
largarnos, ya cumplida nuestra misión.<br />
Hicimos noche en Senegüé y al otro día salimos para Sabiñánigo. He dicho antes mi sección <strong>de</strong> máquinas y<br />
no mi Compañía; y es que tenía <strong>un</strong> capitán nuevo. El capitán Pare<strong>de</strong>s, bellísima persona, que se había<br />
incorporado al salir <strong>de</strong> Val<strong>de</strong>scalera. También eran nuevos los alféreces Allaneguí (primo <strong>de</strong>l pobre Juanito<br />
y que tuvo empeño en sustituirle en la Catorce), Capillas, Sampedro y Morales, que se había incorporado<br />
hacía algún tiempo, pero había estado enfermo.<br />
El barrio <strong>de</strong> la estación dé Sabiñánigo tiene algo <strong>de</strong> pueblo <strong>de</strong>l Oeste norteamericano, con su calle única,<br />
ancha y recta; y sus edificios mo<strong>de</strong>rnos sin pretensiones. Pronto echamos <strong>de</strong> ver que también habría<br />
camas con mullidos colchones, <strong>de</strong> los que tan necesitados andaban nuestros baqueteados cuerpos, que<br />
llevaban ya tres meses sin disfrutar <strong>de</strong> ese lujo. Echandía, el cocinero, con todos sus ayudantes, se incautó<br />
<strong>de</strong> <strong>un</strong>a magnífica cocina, y todo hacía presumir que íbamos a pasar <strong>un</strong>os días agradables. Aquel mismo día<br />
convidamos a comer a Galera y a los oficiales <strong>de</strong> la Me-hal-la (en agra<strong>de</strong>cimiento a cierta comida mor<strong>un</strong>a<br />
que nos dieron en Val<strong>de</strong>scalera) y Echandía se lució sirviendo <strong>un</strong> banquetazo como no creo se haya<br />
servido muchas veces en mesas legionarias. Después <strong>de</strong> comer y provisto <strong>de</strong> <strong>un</strong> gran puro, obsequio <strong>de</strong><br />
Galera, me fui a reconocer mi cama; y, maravillado, tanteé la blandura <strong>de</strong> su colchón y el brillo inmaculado<br />
<strong>de</strong> su colcha. ¿Sería verdad tanta belleza?<br />
* * *<br />
No lo fue. Sobre las cuatro me llamó el capitán Pare<strong>de</strong>s y me or<strong>de</strong>nó que, con mi sección, subiera a los<br />
montes <strong>de</strong> Rapún para reforzar aquella guarnición. Maldije mi suerte; pero pronto me olvidé <strong>de</strong> Sabiñánigo<br />
y sus colchones ante el buen humor <strong>de</strong> los legionarios. Llamé a Cuenca y a Franco, busqué mulos y en<br />
seguida tuve formada mi sección; y guiado por <strong>un</strong> soldadito <strong>de</strong> Infantería fuimos <strong>de</strong> nuevo monte arriba,<br />
cantando, siempre cantando.<br />
La atmósfera cambió <strong>de</strong> pronto: y <strong>un</strong>as nubes negras hicieron su aparición por e! horizonte. El soldadito<br />
aseguró que "tendríamos agua" y anduvimos lo más<br />
<strong>de</strong>prisa que podían los mulos. En el pueblo <strong>de</strong> Sabiñánigo ya caían las primeras gotas, cuando me <strong>de</strong>tuve a<br />
requisar <strong>un</strong> mulo que, guiado por Franco, se encargase <strong>de</strong> ser mi ascensor. Cerro el tiempo más y más, y<br />
cuando la caravana se metió entre los espesos pinares llovía ya torrencialmente.<br />
Era <strong>un</strong>a subida <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio. Y menos mal si hubiese caminos, más o menos trazados. Pero aquel pinar,<br />
que los indígenas recorren solamente para cazar y hacer leña, estaba tan virgen <strong>de</strong> vías <strong>de</strong> com<strong>un</strong>icación<br />
como <strong>un</strong>a selva ecuatorial.<br />
Así, pues, lo lógico es que os diga que, tras <strong>de</strong> tres horas <strong>de</strong> subir y bajar y andar <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha a izquierda,<br />
nuestro guía se diera por vencido y me dijese que ignoraba completamente el camino a seguir. Había<br />
cesado momentáneamente la lluvia, pero el pinar rezumaba agua por todas partes y el suelo estaba<br />
resbaladizo y fangoso, hasta conseguir que los mulos (abnegados<br />
animales) se h<strong>un</strong>dieran hasta los corvejones. Decidí hacer noche allí mismo, a peligro <strong>de</strong> ser sorprendidos.<br />
pero evitando el riesgo <strong>de</strong> meterme en la boca <strong>de</strong>l lobo.