Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Fernán<strong>de</strong>z-Villa y Portóles, escapados <strong>de</strong> sus respectivos hospitales ante las noticias que había, y <strong>de</strong> las<br />
que nosotros nos íbamos enterando poco a poco.<br />
Fernán<strong>de</strong>z-Villa se hizo cargo <strong>de</strong> la Compañía, y yo <strong>de</strong> <strong>un</strong>a sección. Una sección a la que correspondió<br />
agregarse a la cuarta Compañía, que mandaba Pascual.<br />
Salimos inmediatamente a relevar a <strong>un</strong>a Compañía <strong>de</strong> Asalto, en la pari<strong>de</strong>ra que se alzaba (se “alzaba”<br />
hasta ese día) en la salida <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Pu<strong>de</strong> pensar, parodiando a Jorge Manrique:<br />
—"Aquellas posiciones <strong>de</strong>l año pasado; ¿qué se hicieron?"<br />
Pero <strong>de</strong>cidí que sería más práctico prepararse por si el día siguiente nos traía alg<strong>un</strong>a novedad. Y, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> emplazar las máquinas, en medio <strong>de</strong> <strong>un</strong> silencio sepulcral y a tientas en la oscuridad, me envolví en mis<br />
mantas y dormí.<br />
* * *<br />
Me <strong>de</strong>spertaron dos cosas: el sol y los tanques. Todavía no había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>senvolverme <strong>de</strong> entre las<br />
mantas, cuando ya sonaban, antipatiquísimos, los<br />
cañones <strong>de</strong> los carros rusos.<br />
"Sssh... pum, sssh... pum, sssh... pum".<br />
—"¡Ya vienen, ya vienen!"— oí gritar.<br />
Y corrimos Pascual y yo a organizar la resistencia. El ataque empezaba bien <strong>de</strong> veras. Un grupo <strong>de</strong><br />
baterías <strong>de</strong>l 12'40, emplazadas en <strong>un</strong> barranco a menos <strong>de</strong><br />
tres mil metros <strong>de</strong> Fuentes, empezó a vomitar metralla. Y menos mal que ap<strong>un</strong>taban al pueblo.<br />
No tuve tiempo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> más. No había pasado <strong>un</strong> cuarto <strong>de</strong> hora cuando mis ametralladoras<br />
(objetivo principal para los carros) estaban enterradas. Sus sirvientes yacían muertos o habían sido<br />
evacuados en las camillas. Uno solo se me presentó, poniéndose a mis or<strong>de</strong>nes; el acemilero que corría<br />
queriendo parar el tren cuando <strong>de</strong>scarrilamos. García se llama; buen muchacho.<br />
La posición que ocupábamos era <strong>un</strong>a caricatura <strong>de</strong> colina. Con remedo <strong>de</strong> barrancos <strong>de</strong>senfilados y<br />
bocetos <strong>de</strong> parapeto. Allá, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> alg<strong>un</strong>os montones <strong>de</strong> piedras, con los pies metidos en arañazos <strong>de</strong><br />
trincheras, resistían los legionarios.<br />
Y cuando, jugándonos el tipo, nos asomábamos a observar, veíamos en el llano hasta trece carros rusos<br />
(<strong>un</strong>os <strong>de</strong> oruga y otros <strong>de</strong> ruedas) que, con su andar<br />
torpe, se acercaban, se acercaban...<br />
La artillería roja seguía machacando el pueblo concienzudamente; aquel día no quedó sin agujerear más<br />
que <strong>un</strong>a casa <strong>de</strong> Fuentes. Pascual, en vista <strong>de</strong> que mi mando había quedado reducido a <strong>un</strong> acemilero, me<br />
envió al pueblo a por refuerzos.<br />
—"Explica bien lo que pasa"— me dijo.<br />
Y allá fui, jugándome la vida cien veces, pues la carretera, hasta el pueblo, estaba batidísima por fusilería y<br />
también por otras baterías que empezaban a<br />
corregir e! fuego hacia aquella parte.<br />
En la calle principal <strong>de</strong> Fuentes —ir y venir incesante <strong>de</strong> mulos, m<strong>un</strong>iciones y heridos— tropecé al<br />
comandante Frutos y le puse en antece<strong>de</strong>ntes, insistiendo sobre la petición <strong>de</strong> refuerzos.<br />
"¡Como no los pinte...!" —me repuso tranquilamente.