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Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional

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VIII. SABIÑÁNIGO<br />

Mejor dicho, durmieron; Porque el maestro armero y yo usufructuamos <strong>un</strong> colchón bastante confortable,<br />

pero en la compañía <strong>de</strong> <strong>un</strong>a vaca que, con sus mugidos, nos robó gran parte <strong>de</strong>l sueno.<br />

Tanto, que a la mañana siguiente, cuando el Pater nos preg<strong>un</strong>tó qué tai habíamos dormido (se había<br />

echado encima el trabajo <strong>de</strong> aposentador) le respondimos:<br />

—"Muuuuu..."<br />

A dúo e imitando las inflexiones <strong>de</strong>l tono vac<strong>un</strong>o.<br />

Desay<strong>un</strong>amos alegremente y, sobre las nueve, nos pusimos en movimiento. También por aquella zona<br />

pirenaica se <strong>de</strong>jaba sentir la ofensiva roja. Y el valle <strong>de</strong> Tena estaba <strong>un</strong> poquillo amenazado. No sólo el<br />

valle (que habían rebasado los "rogelios"), sino los Pueyos <strong>de</strong> Larrés, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> podrían <strong>de</strong>scolgarse<br />

sobre el<br />

propio Larrés, para amenazar a Sabiñánigo.<br />

A Larrés fuimos. Allí estaba Galera (¿cómo se las arreglará ese señor para estar siempre tan afeitado?),<br />

pulcro, serio y simpático como siempre. Sus morazos ya estaban monte arriba "a ver qué pasaba" y<br />

nosotros los seguimos en penosísimo ascenso. Entretenía la subida con la conversación <strong>de</strong> Franco y <strong>de</strong> los<br />

camilleros<br />

Manzano (dos primos hermanos, extrémenos, enrolados en la Legión por afición y patriotismo), pero a<strong>un</strong><br />

así, pu<strong>de</strong> percatarme <strong>de</strong> lo durísimo que resultaba.<br />

Galera y el comandante Frutos nos alcanzaron y <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong>trás, jinetes en sendos caballos. Cuando les<br />

saludé, el comandante <strong>de</strong>cía:<br />

—"Hay que ver qué caña; sólo para subir <strong>de</strong> turista se cansa <strong>un</strong>o".<br />

Por eso fue <strong>un</strong> acierto que los <strong>de</strong> la Me-hal-la subieran por <strong>de</strong>lante, porque cada <strong>un</strong>o lo hizo por su lado,<br />

escondiéndose como sólo ellos saben. Y cazaron a los <strong>de</strong>sprevenidos "rogelios". Me figuré su júbilo al<br />

encontrarse con "internacionales". Porque habéis <strong>de</strong> saber que los extranjeros son su presa favorita. Y<br />

suelen <strong>de</strong>cirles al comprobar su extranjerismo:<br />

—"Marrano; ¡tú estar, bisinio doble!"<br />

Muchos "bisinios dobles" quedaron tendidos en los Pueyos <strong>de</strong> Larrés. Por la noche se fueron los moros<br />

para abajo; y quedo la Ban<strong>de</strong>ra (no sé si se podrá llamar Ban<strong>de</strong>ra a tan poca gente) cubriendo todos<br />

aquellos montazos imponentes. Los planos <strong>de</strong>l Estado Mayor (que, por mi calidad <strong>de</strong> capitán, consultaba)<br />

aseguraban que estábamos a 1.600 metros sobre el nivel <strong>de</strong>l mar en Alicante.<br />

Por cierto que Franco mostró su asombro al <strong>de</strong>círselo en paternal comentario. Y no le extrañó la altitud,<br />

sino que se fijase sobre el nivel en Alicante, siendo Alicante <strong>de</strong> los rojos.<br />

* * *<br />

En los Pueyos <strong>de</strong> Larrés estuvimos <strong>un</strong>a semana. En el monte más alto, que tiene <strong>un</strong> nombre poco vulgar,<br />

que no puedo recordar en este momento, instaló el comandante Frutos su puesto <strong>de</strong> mando. Como primera<br />

provi<strong>de</strong>ncia allanamos <strong>un</strong> pequeño espacio que, con <strong>un</strong>as cajas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones a modo <strong>de</strong> asiento y <strong>un</strong><br />

alegre fuego en medio, servía para mitigar el frío que ya se <strong>de</strong>jaba sentir por aquellas alturas.<br />

Yo seguía <strong>de</strong> "capitán <strong>de</strong> ametralladoras", y por eso me quedé con la Plana Mayor, pues mis doce<br />

máquinas estaban repartidas por todos aquellos picachos, en posiciones inverosímiles, adon<strong>de</strong> llegaba con<br />

la lengua fuera, cuando, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> mis enlaces y acompañado <strong>de</strong> Franco (fiel muchacho), iba a<br />

recorrerlas por<br />

las mañanas.

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