Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Por la noche emprendimos la marcha hacia Osan. Por cierto que el comandante Frutos, con su<br />
característica mezcla <strong>de</strong> mal y buen humor, fingía armarse <strong>un</strong> lío con tanto nombre cacofónico.<br />
—"Esto es <strong>un</strong> follón —<strong>de</strong>cía—. No sé si vamos a Isín, o a Osan, Isún o Asín..."<br />
Llegamos a nuestro p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida y pudimos <strong>de</strong>scansar <strong>un</strong> par <strong>de</strong> horas.<br />
Antes <strong>de</strong> clarear emprendimos la operación. Por <strong>un</strong> barranco bajamos hasta la carretera <strong>de</strong> Yebra. A su<br />
lado corría el río, ancho pero poco caudaloso, y a<br />
su otra orilla el monte que teníamos que conquistar.<br />
Coloma me dio instrucciones; él iría por <strong>de</strong>lante con su Compañía, como lo hizo cuando a<strong>un</strong> no se había<br />
<strong>de</strong>scorrido el velo <strong>de</strong> la noche. Gracias a esta circ<strong>un</strong>stancia cruzaron el río sin novedad.<br />
Pero cuando, ya <strong>de</strong> día, el comandante me dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> "incorporarme al capitán Coloma", con mi<br />
Compañía y <strong>un</strong>a sección <strong>de</strong> ametralladoras, tenía más miga el paso <strong>de</strong>l río. Tres o cuatro máquinas rusas<br />
lo batían, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> posiciones dominantes y a menos <strong>de</strong> mil metros.<br />
Fue <strong>un</strong> paso lentísimo, pues hube <strong>de</strong> hacer cruzar a la gente <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>o y saliendo por diferentes lados.<br />
Primero los cabos y, tras ellos, los legionarios.<br />
iban cruzando el mortífero río. Gracias a Dios solo tuve dos bajas; dos heridos leves que aguardaron la<br />
noche al amparo <strong>de</strong> <strong>un</strong>os matorrales.<br />
Cuando me tocó la vez sentí <strong>un</strong> miedo horrible; tanto como cuando, en Santa Quiteria, me vi en <strong>un</strong> caso<br />
parecido. Pero también llegué sin novedad. Una<br />
vez cruzado el Rubicán ya era más fácil la cosa. Pero yo temblaba <strong>de</strong> fiebre, y creo que pasé sin correr<br />
mucho porque no podía hacerlo.<br />
En la otra orilla había <strong>un</strong>a tapia <strong>de</strong> piedra, que se extendía lo suficiente para alcanzar <strong>un</strong> barranco<br />
<strong>de</strong>senfilado. Por él subí, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerciorarme <strong>de</strong> que<br />
toda mi gente estaba ya arriba, don<strong>de</strong> se me había or<strong>de</strong>nado.<br />
Llegué a Coloma hecho cisco. Coloma estaba esperando noticias <strong>de</strong> Zamora que, con su sección, había ido<br />
en vanguardia. No tardó la mala nueva. "Ramillete", el cabo <strong>de</strong> quien ya hice mención, llegó, roto y<br />
<strong>de</strong>sesperado.<br />
—"Lo han muerto, !o han muerto..."<br />
Era lo único que podía <strong>de</strong>cir entre lagrimeos.<br />
¡Pobre Fernando Zamora! Subió sereno y valiente como siempre. Cogió a los rojos por la espalda... y ya iba<br />
a coronar su hazaña, con toda naturalidad, cuando <strong>un</strong>a bomba traidora explotó, sobre aquel pecho que<br />
jamás supo lo que era el miedo.<br />
Yo no podía más; me dolía todo él cuerpo y temblaba <strong>de</strong> fiebre. Quise sustituir a Fernando; quise seguir al<br />
frente <strong>de</strong> mis legionarios. Pero mi cuerpo no resistía más. Y se lo dije a Coloma. Me dijo que podía irme,<br />
La bajada tuvo sus inconvenientes, por aquel inaguantable barranco, que bajé poco a poco asistido <strong>de</strong> mis<br />
enlaces, a quienes n<strong>un</strong>ca agra<strong>de</strong>ceré bastante lo que<br />
hicieron por mí.<br />
Tras <strong>de</strong> <strong>de</strong>sandar la tapia <strong>de</strong> piedra, había que cruzar el río <strong>de</strong> nuevo. A<strong>un</strong> estaba el día muy claro y tiraban<br />
<strong>de</strong> firme. A<strong>de</strong>más, en aquellos momentos,<br />
estaban cruzando la zona peligrosa, <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>o, varios vol<strong>un</strong>tarios que se habían ofrecido a llevar<br />
m<strong>un</strong>ición a sus hermanos <strong>de</strong> primera línea.<br />
Haciendo <strong>un</strong> esfuerzo traspasé el río <strong>de</strong> nuevo, corriendo cuanto pu<strong>de</strong>. En la entrada <strong>de</strong> la alcantarilla me<br />
tendía <strong>un</strong>a mano el Pater. Cuando estaba a p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> alcanzarla resbalé y di con mis pobres huesos en el<br />
suelo. La ametralladora que me bordaba tiró <strong>un</strong>a ráfaga más, que levantó esquirlas <strong>de</strong> piedra, a cuatro