Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
nadie. Sólo veíamos camillas y más camillas que aprovechaban aquel claro para retirar las numerosísimas<br />
bajas. Montojo, Hernán<strong>de</strong>z Dorado y yo, también mirábamos, <strong>de</strong>scaradamente, sin recatarnos ya; teníamos<br />
fe en nuestra Ban<strong>de</strong>ra. Tenía que pasar.<br />
¡¡ Y pasó!! Campillo (el heroico brigada Campillo, propuesto para la Medalla Militar) lo hizo. Sencillamente;<br />
se puso en pie, lanzó a los aires <strong>un</strong> vibrante ¡¡¡ VIVA ESPAÑA!!! y echó a correr hacia el enemigo. Cuatro<br />
pasos <strong>de</strong>spués, <strong>un</strong>a ráfaga traidora acabó con su vida.<br />
Pero ya estaba hecho todo. Zamora siguió su ejemplo. Y todos los legionarios se levantaron como <strong>un</strong> solo<br />
hombre. Los vimos salir corriendo por el barranco. Y ya, sin resguardarnos, <strong>de</strong> pie en el parapeto,<br />
electrizados, sacamos las máquinas adon<strong>de</strong> pudieran batir mejor y tiramos sin cesar.<br />
Tiramos y entre el humo vimos ar<strong>de</strong>r las pari<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> pesadilla, Y cuando el humo nos cegaba podíamos<br />
oír los bombazos, ¡música celestial para nosotros! Vivas incesantes, fuego infernal, carreras a traer<br />
m<strong>un</strong>ición y tragos y más tragos dé las ya flacas botas.<br />
Media hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> iniciarse esta zarabanda nos dimos cuenta. No nos llegaba <strong>un</strong> tiro m medio. No se<br />
oía nada más que bombazos, cada vez más lejanos.<br />
Y el himno <strong>de</strong> la Legión, repetido por el eco <strong>de</strong> aquellos imponentes cabezos.<br />
Montojo <strong>de</strong>cidió que allí no había ya nada que hacer; recogimos el material a escape y nos fuimos a<strong>de</strong>lante.<br />
* * *<br />
No había mulos, porque todos estaban ocupados con las artolas o acarreando m<strong>un</strong>ición a las primeras<br />
líneas. Cargamos el material al hombro y allá nos fuimos, hacia Albarracín. Mi sección salió la primera,<br />
conmigo; Montojo vendría con el resto cuando se re<strong>un</strong>iese toda la Compañía.<br />
¡Vía dolorosa era aquel barranco! A <strong>de</strong>recha e izquierda par<strong>de</strong>aban al sol los cadáveres <strong>de</strong> legionarios. que<br />
supieron morir como siempre. El sargento Soler,<br />
que venía a mi lado, les <strong>de</strong>dicaba <strong>un</strong> responso legionario.<br />
—"Bien hacían cuando se divertían en Zaragoza".<br />
Atravesado sobre <strong>un</strong> mulo traían <strong>un</strong> cadáver, bastante <strong>de</strong>strozado por treinta o cuarenta balas <strong>de</strong><br />
ametralladora. Era Sorrosal, el alférez que se había incorporado pocos días antes <strong>de</strong> nuestra salida <strong>de</strong><br />
Zaragoza. Le recé <strong>un</strong> padrenuestro y el acemilero me dijo que más tar<strong>de</strong> iba a retirar a Eloy Fernán<strong>de</strong>z.<br />
Otro alférez recién incorporado, herido dos veces en los ataques nocturnos y que seguía sin querer<br />
evacuarse hasta que dio su vida por la Ban<strong>de</strong>ra.<br />
Soler me hizo ver que en la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra "lo difícil es salir vivo <strong>de</strong>l primer combate"; me acordé <strong>de</strong><br />
Santa Quiteña.<br />
Me crucé con <strong>un</strong> herido, <strong>un</strong> cabo <strong>de</strong> la Catorce, que tirando con su fusil ametrallador se cargó a catorce<br />
rojos con su teniente, y a cambio se había abrasado las manos. Me dijo que Guinea estaba ya libre y<br />
Albarracín era nuestro. Era trece y martes; como el día <strong>de</strong> Santa Quiteria. Decididamente San Antonio tiene<br />
algo que ver con mi Ban<strong>de</strong>ra.<br />
Luego, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> subir y subir por montes y cañadas, llegamos a lo más alto <strong>de</strong> aquella montaña. Allí<br />
estaban Galera y mi comandante, haciéndose cruces (como nosotros las hicimos) <strong>de</strong> que hubiera llegado<br />
vivo alg<strong>un</strong>o <strong>de</strong> los asaltantes; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí se dominaba perfectamente todo el panorama que constituía<br />
nuestras<br />
bases <strong>de</strong> partida.<br />
No habíamos comido nada en todo el día; y como el calor apretaba seguí dando tientos a las botas<br />
legionarias. Por eso no os chocará que diga que, cuando<br />
llegó Moníojo y nos <strong>de</strong>scolgamos hacia Albarracín, tuviéramos dos alegrías. La <strong>de</strong>l tri<strong>un</strong>fo y la natural <strong>de</strong><br />
<strong>un</strong>os hombres que habían bebido todo el día.