Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional
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—“¿Qué pasa; a qué se <strong>de</strong>be este <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> bombas?”— preg<strong>un</strong>taba.<br />
Como si no supiera que los rojos estaban en nuestras mismas narices, tirándonos bombas. Pero quería<br />
mantener nuestro espíritu. Y mentía.<br />
— “¡Sí no viene nadie!”<br />
— “¡Si esto es <strong>un</strong>a vergüenza!”<br />
Pero nos <strong>de</strong>jaba hacer. Y a la madrugada parecía no dar importancia a los veinticinco o treinta cadáveres<br />
rojos, que par<strong>de</strong>aban al sol como mudos testigos <strong>de</strong> que alguien vino.<br />
El ataque nocturno con atacantes moros es <strong>un</strong> éxito. Sirvió, por lo menos, para entrenamiento <strong>de</strong> los<br />
artilleros que hasta aquel día no habían oído <strong>un</strong> tiro. Pero aprendieron pronto; recuerdo que aquella noche<br />
(<strong>un</strong>a <strong>de</strong> las noches) <strong>un</strong> quinto <strong>de</strong> esos me <strong>de</strong>cía orgulloso, mostrándome el mosquetón;<br />
—"Mire, mi alférez, me se ha reventao <strong>de</strong> tirar..."<br />
* * *<br />
Luego, llegó el capitán Rivera, que estuvo malo <strong>un</strong>os días, y se hizo cargo <strong>de</strong> su Compañía. A mí me<br />
mandó entonces el comandante a que me encargase <strong>de</strong> las cuatro máquinas <strong>de</strong>l sector <strong>de</strong> la izquierda <strong>de</strong><br />
la carretera. El puesto <strong>de</strong> mando era la casilla <strong>de</strong> los camineros; allí estaban Mayoral, que mandaba "su<br />
Catorce", y Romero, capitán <strong>de</strong> la Me-hal-la <strong>de</strong> Melilla, hermano <strong>de</strong>l capitán <strong>de</strong> la otra Me-hal-la.<br />
Ya no tenía color la cosa cuando yo llegué. Solo <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> sufrimos <strong>un</strong> ataque por el llano, a base <strong>de</strong><br />
caballería, argelina o lo que fuese. Mejor dicho; sufrieron ellos, porque al verlos venir (advertimos su<br />
polvareda a varios kilómetros) nuestra artillería les batió maravillosamente y tuvieron que volver grupas,<br />
<strong>de</strong>jándose varios muertos en la vega y <strong>un</strong>os cuantos caballos, que pasaron a nuestro po<strong>de</strong>r. Cuando vuelva<br />
la Ban<strong>de</strong>ra a Zaragoza podréis ver a Juanito Villarreal, jinete en alg<strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos, paseando.<br />
En vista <strong>de</strong> la inactividad guerrera, volvimos a las ocupaciones inocentes y poéticas; y, como en la sierra <strong>de</strong><br />
Alcubierre, compusimos bellas poesías. Recuerdo estas aleluyas:<br />
Y no me pases por alto<br />
a nuestros guardias <strong>de</strong> Asalto.<br />
Llevan los <strong>de</strong> la Me-hal-la<br />
gorros ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> gran gala<br />
y el que se las da <strong>de</strong> pitio<br />
va camuflao <strong>de</strong> ladrillo.<br />
Los bravos aviadores<br />
usan los monos mejores.<br />
Los que a las niñas camelan<br />
suelen ser los que no vuelan.<br />
A los <strong>de</strong>l Tren Automóvil<br />
háblales con sello móvil.<br />
Total que lo único pera<br />
es la SEGUNDA BANDERA.<br />
Ingenuo <strong>de</strong>sahogo criticante, que corrió por todas las fuerzas hermanas sin levantar protestas.<br />
También nos dimos a la cocina. Y <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong>, para obsequiar a Juanito Allanegui y a Portóles (el pequeño,<br />
sargento <strong>de</strong> Artillería a pie) que venía a hacernos compañía, les elaboré a brazo <strong>un</strong>as migas, proce<strong>de</strong>ntes<br />
<strong>de</strong> <strong>un</strong> chusco, fritas con sebo y adobadas con coñac. Se chuparon los <strong>de</strong>dos.<br />
* * *<br />
Coloma es <strong>un</strong> chiquillo. Por su edad y por su manera <strong>de</strong> ser.