Cartas a un Maltratador - Familia e Igualdad - Ayuntamiento de ...

CARTA DESDE MI PECERA
Cuando Juan entró en aquella tienda de mala muerte con intenciones de
comprarme pensé que era una buena persona. Buscaba un pequeño regalo para su
novia, que no podía tener hijos, y decidió comprarle un pez. Siempre le había dicho
que le gustaría tener un animal que le hiciese compañía y al que poder cuidar.
Me compró una casita preciosa. Una pecera redonda, con un arrecife artificial
y unas plantas con las que jugueteaba, enraizadas en un fondo multicolor de
diminutas piedrecillas. Me entretenía en esquivar las burbujas de oxígeno que se
escapaban de entre ellas. Pero un buen día toda aquella tranquilidad, todo aquel
sosiego, toda aquella felicidad, se convirtió en un infierno... Desde la pequeña pecera,
mi mundo pese a sus límites, vi toda la rabia que un hombre puede llegar a descargar
en un momento.
Aquel día Juan llegó a casa en un estado lamentable. Daba patadas a
todo, destilando odio por todos sus poros, poseído por la rabia. Mónica, su novia,
intentó calmarle; trató, en vano, de sujetarle, sin darse cuenta de que era lo peor que
podía hacer. Él empezó a insultarla de forma brutal; ella se quiso defender con la
palabra, pero por toda respuesta obtuvo una bofetada. Desde mi pequeño hogar vi
como Mónica se quedaba inmovilizada, como su mirada transmitía pánico y como,
tras salir corriendo, se escondía debajo de la mesa que servía de atalaya a mi pecera.
Agazapada como estaba, ahora su cara, que supongo enrojecida por efecto del
golpe, me quedaba oculta, pero no así la de Juan. Ni sus ojos, inyectados de rabia.
De repente a él le cambió la cara y se echó a llorar; le pidió perdón. Mónica dejó
su refugio y se abrazaron, mientras Juan prometía que nunca más sucedería algo
parecido.
Con el pasar de los días la tristeza se apoderaba de Mónica, avergonzada
por no haberse defendido. Cuando Juan salía para ir a trabajar, se sentaba al
lado de mi pequeña pecera, me ponía comida y me decía: "Nunca cuentes nada de
lo que sucedió aquí". En ese momento hubiera dado todo por poder hablar para
decirle: "Mónica, se empieza por una bofetada y nadie sabe cómo puede acabar".
Cartas a un Maltratador 9