San Antonio de Padua» de Mateo Alemán - Centro Virtual Cervantes
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EL SAN ANTONIO DE PADUA DE MATEO ALEMÁN 27<br />
segunda mitad <strong>de</strong>l siglo xvi poco precavido en su conducta moral y social, el autor les<br />
recordará sin amenidad alguna y mediante una frase proverbial que su responsabilidad<br />
es total: «Hermano mío, dicho está <strong>de</strong> suyo, la vihuela se lo tañe: nuestro proprio es el<br />
errar» {ibid., f. 217 r.). No en bal<strong>de</strong> tiene libre albedrío el hombre ni se llaman las obras<br />
buenas en el campo espiritual y teológico. Frente a estos hombres, a estos «po<strong>de</strong>rosos»<br />
que se <strong>de</strong>sviven por granjear «lo acesorio», mostrándose reacios a empren<strong>de</strong>r cualquier<br />
acto social que se encamine a «lo principal», o sea a merecer su futura «salvación»,<br />
<strong>Mateo</strong> <strong>Alemán</strong> proclama con vehemencia que, por magna e inagotable que sea la<br />
misericordia divina hacia el pecador arrepentido 48 , Dios castigará sus públicos agravios<br />
y sinrazones para manifestarles aun en la tierra «su justicia»:<br />
¿Por qué todo no se ha <strong>de</strong> acabar, si no queremos comenzar en las cosas <strong>de</strong> nuestra salvación?<br />
¡Están ahorcando un ladrón, y su compañero en aquel acto, presente y robando! Castiga Dios<br />
nuestros pecados con enfermeda<strong>de</strong>s y trabajos y a ojos vistas, llevándonos los padres, ¡os<br />
hijos, las mujeres, los parientes, vecinos y conocidos... 49<br />
En la magnífica alegoría <strong>de</strong> la luz y <strong>de</strong> la cera a la que recurre Guzmán <strong>de</strong> Alfarache<br />
para <strong>de</strong>clarar «cuál <strong>de</strong>ba ser el hombre con la dignidad que tiene», idéntico juicio cun<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> su pluma:<br />
¿Qué piensa el que se hace cera cuando a uno le quita su justicia o lo que justamente merece y<br />
lo trasmonta en el idiota que se le antoja? ¿Sabes qué? Derrítese y gástase, sin sentir cómo ni<br />
<strong>de</strong> qué manera. Acábasele la salud, consúmesele la honra, pier<strong>de</strong> la hacienda, fallecen los<br />
hijos, mujer, <strong>de</strong>udos y amigos, en quien hacían estribos <strong>de</strong> sus pretensiones; andan metidos en<br />
profundísima melancolía, sin saber dar causa <strong>de</strong> qué la tienen. La causa es, amigo, que son<br />
azotes <strong>de</strong> Dios, con que temporalmente los castiga en la parte que más les duele, <strong>de</strong>más <strong>de</strong> lo<br />
que para <strong>de</strong>spués les aguarda. Y así lo permite su Divina Majestad para consuelo <strong>de</strong> los justos,<br />
que los que disolutamente pecan haciendo públicos agravios y sinrazones, castigarlos a ojos <strong>de</strong><br />
los hombres, para que lo alaben en su justicia y se consuelen con su misericordia, que también<br />
lo es castigar al malo. (G. A., P. 1,1. II, cap. 3, pp. 281, 286-287).<br />
En este fragmento, el «malo» se i<strong>de</strong>ntifica con aquellos «príncipes y sus ministros <strong>de</strong><br />
justicia» que pervierten las provisiones <strong>de</strong> los oficios que les incumbe repartir en los<br />
altos cargos <strong>de</strong> la sociedad civil; aquéllos a quienes <strong>Mateo</strong> <strong>Alemán</strong> vituperará o dará<br />
algunos consejos al respecto en algunos capítulos <strong>de</strong>l <strong>San</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>de</strong> Padua que<br />
48 Esta enseñanza teológica sirve <strong>de</strong> remate a la riquísima, contrastada pero solidaria temática generada<br />
por el caso <strong>de</strong> la «buena dueña» caída «en un lodo»: «Confíen los pecadores que <strong>de</strong> veras llamaren a Dios en<br />
su mayor necesidad; válganse <strong>de</strong> santos para que rueguen por ellos, y crean que quien acudió a <strong>de</strong>jar limpio<br />
un vil y bajo vestido, <strong>de</strong> poco valor y precio, no permitiéndole mancha ni señal <strong>de</strong> lodo, no <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> dar la<br />
mano a los que cayeren, aunque se hayan revolcado en el cenagal <strong>de</strong> los vicios y los haya hollado el <strong>de</strong>monio.<br />
Si <strong>de</strong> contrito corazón se convirtieren, invocando su benditísimo nombre, lavarálos, <strong>de</strong>jarálos más blancos<br />
que la nieve, hará por ellos mucho, porque los ama y le costaron mucho; daráles alegre vida, porque por ellos<br />
pa<strong>de</strong>ció afrentosa muerte» (S. A., II, 28, f. 222 r.-v.). A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la doctrina sobre el valor <strong>de</strong> los méritos<br />
inherentes a la Pasión <strong>de</strong> Cristo, reiterada a lo largo <strong>de</strong>l <strong>San</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>de</strong> Padua, merece sobre todo<br />
encomiarse, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l enfoque que privilegiamos, la maestría <strong>de</strong>l hagiógrafo hispalense, quien, al insertar en<br />
su texto el canto <strong>de</strong> penitencia <strong>de</strong> David por haber pecado con Betsabé (Salmos L, 9) logra utilizar con<br />
sutileza, semántica y doctrinalmente, las más nimias circunstancias concretas <strong>de</strong>l «portento» narrado.<br />
49 Ibid., f. 220 r.