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Globalización y sociedad - Universidad Iberoamericana

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GLOBALIZACIÓN Y SOCIEDAD/examen<br />

te, el resentimiento, los complejos y las<br />

inhibiciones, el relajiento desmadre, el<br />

amargo origen histórico, la dura matriz<br />

fundacional. Por sí mismo, el mestizaje no<br />

produce una identidad cultural que pueda<br />

convocarse como la generalización de<br />

una pertenencia, pues el supuesto en el<br />

cual se basa, la fusión de los indios y los<br />

europeos, no basta para proporcionar un<br />

territorio imaginario o una obra compartida<br />

ni abundante ni común. La frecuentación de la muerte,<br />

si bien puede aceptarse a la manera de una patología o una fatalidad<br />

compensatoria típicamente mexicanas, no acaba de caracterizar<br />

una distinción de lo propio único ante lo ajeno distinto.<br />

Lo restante: los complejos provenientes del comienzo nacional<br />

con un padre cruelmente destructivo y una madre traidora cuyos<br />

hijos son los hijos de la chingada, la deforme integración emocional<br />

producida por una colonización dirigida a la explotación<br />

máxima y no al poblamiento civilizacional, el autoritarismo y la<br />

desigualdad como horóscopos seculares de la raza, todo ello y<br />

quizá bastante más no se percibe como suficiente para establecer<br />

una taxonomía social y política, una metafísica folclórica donde<br />

quede medido “lo mexicano”, aquello tan quimérico así sea tan<br />

invocado, tan aleatorio cuanto irregular.<br />

LOS ACUERDOS DE LA MEMORIA<br />

Pero toda antropología estupefacta es una forma de la<br />

gramática de la pertenencia: el mundo que se elabora<br />

cuando nos escuchamos juntos. Surge entonces la<br />

narrativa de lo somático como una reivindicación<br />

de algo que representa una pertenencia, ese presente<br />

del pasado vigente en el presente del presente<br />

que de tal modo se convierte en un presente<br />

del futuro a compartir. Y aunque asaz lírica,<br />

acaso ésta sea la verdadera forma de nuestra nebulosa<br />

cultura nacional: un tiempo, una manera,<br />

una repetición.<br />

Dícese que en las épocas cuando la forma de<br />

lo grande cambia, entre la gente regresan los<br />

hábitos protectores de lo local. Como si entonces<br />

se anhelaran aquellas fronteras puras que<br />

envuelven a la memoria y que consisten en sabores,<br />

formas verbales, sentimientos, emociones<br />

y recuerdos: la sutileza no clasificable por una<br />

sociología dispuesta a descifrar<br />

sólo aquello indicativo de<br />

lo superficial. Ciertas búsquedas<br />

no ponderables por<br />

el positivismo científico<br />

—reprobadas mediante el<br />

oscurantismo racionalista de<br />

lo políticamente correcto—<br />

afirman que lo que<br />

18 IBERO<br />

Roger Bartra postula un término<br />

apenas adecuado para nuestra<br />

ingente circunstancia: la condición<br />

postmexicana. Y pareciera que<br />

dicho momento ya llegó.<br />

México comparte es sobre todo un destino, tan próximo como<br />

inmediato: sacrificarse a sí mismo para dar lugar a un nuevo momento<br />

histórico global. Pero como la esoteria sólo se ocupa del<br />

ámbito de aquello no manifiesto ante los sentidos, resultaría poéticamente<br />

irresponsable dar crédito a sus afirmaciones: no hay entonces<br />

Tarot que valga para especular sobre lo que aguarda al país<br />

en este tiempo de posmodernidad líquida, fluyente, veloz, cuando<br />

todo lo sólido se desvanece en el aire y lo que surgirá mañana<br />

no lo sabe nadie a cabalidad. Roger Bartra postula un término<br />

apenas adecuado para nuestra ingente circunstancia: la condición<br />

postmexicana. Y pareciera que dicho momento ya llegó.<br />

VELANDO LOS ESPEJOS DE LA REALIDAD<br />

Este era un país que no tuvo tiempo de fundar sus particularidades<br />

y al fin convertirlas en una cultura nacional, porque<br />

sobrevino una época planetaria donde la historia de las<br />

periferias y sus narrativas endógenas concluyó. Empero,<br />

pudo teñir lo nuevo emergente con ciertas formas simbólicas<br />

que le eran consustanciales, por ejemplo, los<br />

iconos femeninos de su vida colectiva subterránea:<br />

Guadalupe-Tonantzin y la Santa Muerte, misma que<br />

al final fue absorbida por la primera, porque se asume<br />

que quien dispensa la vida lo mismo contiene<br />

su terminación. Los historiadores llamaron a ese<br />

proceso “cuando la Mujer Dormida dio a luz”.<br />

Y fue extraño por inesperado que una <strong>sociedad</strong><br />

tan patriarcal y masculinizada como lo había sido<br />

aquella, aportara al mundo global la corrección de<br />

un error epistemológico a través de la representación<br />

arquetípica femenina, ausente hasta entonces<br />

como una presencia funcional.<br />

La conciencia no sabe todo de sí misma, la<br />

cultura tampoco ni su indagación. Si los tiempos<br />

son postmodernos y la aniquilación del mundo<br />

es la pulsión central de sus ideologías<br />

ocultas, la perspectiva de<br />

lo inmediato es una disolución<br />

cuyo último movimiento solamente<br />

coagula lo anterior.<br />

Cultura nacional y globalización:<br />

tanto un orden de la<br />

alternancia como un arte de la<br />

desaparición.

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