Globalización y sociedad - Universidad Iberoamericana
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Foto: Corbis.<br />
en especial en Europa, podía yo asegurar que el potencial musical<br />
de México era mayor que el de varios países europeos, pero<br />
que nuestro país no contaba con los mecanismos o sistemas que<br />
brindaran a ese enorme potencial las condiciones que el desarrollo<br />
del talento musical exige, en especial por la ausencia casi<br />
total de un verdadero mercado de la música clásica.<br />
En el campo de la llamada música clásica de México, la globalización,<br />
que con no poca frecuencia ha sido entendida como<br />
“domesticación” de criterios musicales conforme a los patrones<br />
europeos o estadounidenses que se asumen “de manera natural”<br />
como superiores o de mejor calidad que los mexicanos, ha sido<br />
una constante. Pero en el contexto de la globalización, ¿cuál es,<br />
cuál puede ser considerada la signatura, la firma de lo que México<br />
ofrece en música como valor de cambio? ¿Por qué lo global<br />
o internacional de la actividad musical en<br />
México se ha reducido a la importación<br />
de ejecutantes musicales que, en proporción,<br />
opaca con claridad la exportación<br />
de ejecutantes mexicanos?<br />
Cierto es que, por fin, los nombres de<br />
Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo,<br />
Manuel Enríquez (en tanto que insignes<br />
representantes de la composición musical)<br />
aparecen con mayor frecuencia en las programaciones<br />
orquestales allende nuestras fronteras. De igual manera,<br />
es muy estimulante encontrar en las carteleras del mundo los<br />
nombres de Ramón Vargas, Rolando Villazón, Noé Colín y otros<br />
talentosos mexicanos que están emergiendo, todos sustentados por<br />
un inocultable talento, pero también, en cierta forma, obligados a<br />
emigrar por las muy pocas oportunidades que aquí reciben (baste<br />
con revisar las programaciones de las temporadas de concierto de<br />
las orquestas de la capital del país para corroborar este escándalo) y<br />
por el raquítico mercado de la música clásica en México.<br />
Tengo para mí que además de su sensibilidad, de su cantabilidad,<br />
de su arrojo rítmico y de su inventiva, la gran contribución<br />
que el talento musical mexicano puede aportar al mundo es su<br />
concepción espacio-temporal de la vivencia musical, pues me<br />
parece que oye y se manifiesta en y con las dimensiones cósmicas<br />
envolventes que encontramos en Teotihuacán, en Monte<br />
Albán, en Chichén Itzá y aún en el Zócalo de la ciudad de<br />
México. Quiero pensar, entender, que esta sí es una herencia<br />
que nos llega desde las deslumbrantes culturas prehispánicas, una<br />
herencia que se ha enriquecido en su intercambio con las aportaciones<br />
de otras culturas, culturas musicales que, a su vez, han<br />
sido enriquecidas por la aportación mexicana.<br />
No son estas características del interés de los propósitos globalizadores,<br />
pues su interés principal es convertirnos en consumidores<br />
de su oferta. No han sido pocas las ocasiones en las que México<br />
ha sucumbido ante esos propósitos, obnubilado por los espejitos<br />
y por la mercadotecnia, abatido por el sistema económico-social<br />
que aún impone criterios clasistas (por muchos años, la OFU-<br />
NAM ha mantenido vigente un sistema en el que aplica tabuladores<br />
diferenciados a sus solistas y/o directores: si son extranjeros,<br />
tienen asignadas tarifas en miles de dólares; si son mexicanos, en<br />
unos pocos miles de pesos) que niegan la valía de la oferta artística<br />
mexicana y que, quizá por ello mismo, brinda pocas posibilidades<br />
de desarrollo y confrontación a los talentos nacionales.<br />
Los compositores musicales mexicanos han dado prueba a lo<br />
largo de nuestra historia, de que el constituyente esencial de la<br />
música, el fenómeno del sonido (con sus armónicos), es un valor<br />
global que al ser reconocido e identificado, de inmediato lo han<br />
hecho suyo y lo han desarrollado manifestando su propia manera<br />
de oír el mundo, el interior y el exterior. Algo similar podemos<br />
Es tiempo de tomar conciencia e<br />
internarse al mercado global con<br />
la seguridad y certeza de estar<br />
ofreciéndole recursos musicales<br />
naturales de óptima calidad.<br />
decir de los artistas que tras entrar en contacto con la pintura<br />
y la arquitectura barroca europea, la hacen suya y la convierten<br />
en el arte churrigueresco mexicano. De igual manera podemos<br />
referirnos a los diferentes géneros musicales europeos que se importaron<br />
en el siglo XIX: la polka, el vals, la mazurka, el chotís<br />
(schottisch), etcétera, fueron géneros que México acogió, asimiló,<br />
transformó y les otorgó una nueva signatura, enriqueciendo el<br />
repertorio global. El vals “Sobre las olas”, del humilde guanajuatense<br />
Juventino Rosas, forma parte desde largo tiempo ha, del<br />
repertorio del mundo.<br />
En el siglo XX, géneros musicales que llegaron a México desde<br />
el Caribe, como el danzón y el bolero, fueron acogidos con sensibilidad<br />
y transformados de tal manera que pronto se manifestaron<br />
desde la esencia mexicana, como es el caso de la canción-bolero<br />
“Bésame mucho”, de Consuelo Velázquez, reconocida como la<br />
que más veces se ejecuta a nivel mundial desde hace décadas.<br />
Soy de la convicción de que la aportación musical que México<br />
ha hecho y puede seguir haciendo al mundo, es de enorme valor<br />
de cambio, tanto en la disciplina de la creación musical como en<br />
la de la ejecución. Tenemos una materia prima de extraordinario<br />
potencial; no tenemos aún las condiciones que permiten y<br />
estimulan la optimización de esa materia prima. Es tiempo de<br />
tomar conciencia de ello e internarse al mercado global con la<br />
seguridad y certeza de estar ofreciéndole recursos musicales naturales<br />
de óptima calidad.<br />
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