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Lo que vale un peine

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—¡Justo lo <strong>que</strong> yo decía! —exclama Gaspar— ¡Un soñador! Debe volverse menos onírico,<br />

yayo, de lo contrario no durará mucho con nuestra pe<strong>que</strong>ña Coral y el Ay<strong>un</strong>tamiento le recalificará<br />

como propiedad en ruinas.<br />

—No le haga usted caso —tercia "bisuterías Gladysín."<br />

—Andalucía y yo somos así, señora —contesto. Miro de reojo a Piotr. Advierto <strong>que</strong> Coral<br />

está vaciando su décima copa de vino—. Yo soy progresista pero acepto la herencia inquietante de lo<br />

desconocido. Al fin y al cabo, todo el m<strong>un</strong>do manifestado se produce dentro del Tiempo. Fuera de él<br />

sólo <strong>que</strong>dan las aguas primordiales.<br />

—Fuera del Tiempo... —repite Coral, ensimismada— Haces <strong>que</strong> me dé vueltas la cabeza.<br />

—Yo sé bien por qué te da vueltas la cabeza, guapa —dice Gladysín.<br />

—¿Por qué vino usted a Polonia, Francisco? —sonríe Gaspar— ¿Huía de algo?<br />

Me da vueltas la cabeza, y me da vueltas el corazón. A pocos metros, Piotr se empeña en<br />

ignorarme. Me entran <strong>un</strong>as incontenibles ganas de llorar. Por mí, por Coral, por lo inevitable... Pero<br />

luego todo ocurre muy deprisa. Coral quiere besarme en la boca delante de Gaspar, cree <strong>que</strong> así se<br />

sentirá mejor y más segura, pero no es verdad, y yo no quiero besarla pero también estoy ebrio y me<br />

dejo. Mientras nos besamos abro los ojos y veo a Piotr, <strong>que</strong> ahora venía hacia nosotros, quizá para<br />

decirme algo, pero se frena al verme soldado a Coral. Piotr sonríe con menosprecio gélido, se da<br />

media vuelta y abandona el restaurante del brazo de su nuevo amigo. Entonces me despego de la<br />

muchacha, empujándola lejos de mí, haciéndola casi caer de su silla. Pero ya es demasiado tarde.<br />

—Déjame en paz —le escupo con rencor.<br />

Diez seg<strong>un</strong>dos de silencio caen sobre la mesa. Gaspar y Gladysín nos miran.<br />

—<strong>Lo</strong> siento —dice Coral, sollozando. Con los ojos bañados en lágrimas, se vuelve hacia su<br />

gran amor para escenificar la destrucción total. El destino de los muros en ruinas es venirse abajo, es<br />

la demolición, la disolución en el caos, el fin.<br />

—En realidad... —balbucea Coral, mientras yo busco a Piotr por la ventana— En realidad,<br />

aquí Francisco no es mi novio. <strong>Lo</strong> he traído por<strong>que</strong>...<br />

—No nos interesa —guillotina Gaspar.<br />

Cae otra lluvia de silencio sobre nosotros. Coral solloza, hipa y mo<strong>que</strong>a como <strong>un</strong> bebé. Pero<br />

es mi turno para la destrucción. Yo ya lo he perdido todo.<br />

—No, si la culpa es mía —escupo— por j<strong>un</strong>tarme con niñatos pijos.<br />

Alarma en los ojos sobremaquillados de Gladysín. Confusión en los de Coral. La seriedad<br />

vuelve aún más bello el rostro de Gaspar, el escita.<br />

—Me resulta usted de lo más previsible, abuelo —dice él—. Ya me imagino a priori todos<br />

sus prejuicios sobre las clases dirigentes, sus movimientos reflejos oxidados contra el mercado libre,<br />

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