Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
I just r<strong>un</strong> out of memory<br />
No vais a creerme cuando lo cuente, pero a mis ochenta y nueve años ya da igual si me<br />
tomáis por loco. Cuando veo las hojas caer de los árboles en otoño temo <strong>que</strong> sea la última vez <strong>que</strong> lo<br />
presencio; en la carnicería los demás compradores sonríen con sarcasmo por<strong>que</strong> me sospechan sin<br />
dientes, y el mozo <strong>que</strong> atiende la farmacia me trata con desfachatez (¿Sulfato de cobre, abuelo? ¿No<br />
quiere <strong>un</strong> bote de Viagra?) Sin embargo debo contároslo: es lo más portentoso <strong>que</strong> he visto en mi<br />
vida. Una vida <strong>que</strong> se acaba, por<strong>que</strong> me duelen los huesos y la conciencia, y tengo <strong>un</strong> bultito aquí en<br />
la rodilla <strong>que</strong> no me gusta nada... En fin, centrémonos. Todo ocurrió cuando el Partido Socialista<br />
sacó a la palestra <strong>un</strong> nuevo líder con los ojos de colores. Me encontraba en mi domicilio madrileño<br />
de la calle Arganzuela, comiendo pistachos mientras veía el debate sobre el estado de la nación, <strong>que</strong><br />
era la puesta de largo de a<strong>que</strong>l nuevo adalid. Me sobresaltaron entonces ruidosos trastazos<br />
provenientes del piso de arriba, y fr<strong>un</strong>cí el ceño. A<strong>que</strong>llo me desazonó. Bajé el volumen del<br />
televisor justo cuando el presidente replicaba al líder de la oposición. Era pensionista y los dientes<br />
me fallaban, pero el oído, hijos míos, me f<strong>un</strong>cionaba a las mil maravillas, y lo agucé.<br />
¡Esto no va aquí! Gritaban. ¡Llevadlo al dormitorio!<br />
Suspiré. Las figuras mudas del presidente conservador y el nuevo líder socialista<br />
zangoloteaban ante mis ojos, pero ya no les hacía ningún caso: ahora lo individual primaba sobre lo<br />
social. No había duda, alguien se estaba mudando al piso de arriba. Maldije mi suerte. ¡Un nuevo<br />
inquilino no, por favor! La bonanza había durado cinco felices años, mientras <strong>un</strong> oftalmólogo<br />
retirado ocupaba el seg<strong>un</strong>do derecha, y el cuarto derecha permanecía vacío por<strong>que</strong> los hijos del<br />
malogrado Achútegui pleiteaban por los despojos de la herencia. También es mala suerte, me dije,<br />
<strong>que</strong> se hayan puesto de acuerdo en sólo cinco años; seguro <strong>que</strong> éste tiene la culpa de todo, murmuré<br />
cuando vi al presidente del gobierno gesticular torpemente en la pantalla. Creedme, no quiero hablar<br />
sobre mi propia persona, pero es preciso. Os desvelaré el primer secreto: soy alquimista. Mi padre<br />
había regentado <strong>un</strong>a farmacia en Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real, pero como el<br />
negocio iba a heredarlo mi hermano <strong>un</strong> día mi progenitor me condujo por <strong>un</strong>as escaleras secretas<br />
hasta <strong>un</strong> sótano secreto repleto de alquitaras y probetas secretas.<br />
Hijo mío, dijo, secretamente, mi padre; como eres <strong>un</strong> enclen<strong>que</strong>, tienes cara de solterón<br />
desde <strong>que</strong> naciste, y no vas a heredar la farmacia, te desvelaré <strong>un</strong> secreto familiar. Voy a enseñarte<br />
59