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Lo que vale un peine

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¿Y si me muero? preg<strong>un</strong>tó.<br />

Todos saldríamos ganando.<br />

Pero ¿y si no f<strong>un</strong>ciona?<br />

Sonreí de oreja a oreja.<br />

¿Tú crees <strong>que</strong> te iba a dejar ver mi laboratorio secreto, si no estuviera seguro? Soy el mejor<br />

alquimista de Castilla la Nueva, merluzo. ¡Bebe!<br />

Ismael respiró prof<strong>un</strong>damente. Se santiguó y se echó el líquido al coleto de <strong>un</strong> solo trago.<br />

Por supuesto yo sabía lo <strong>que</strong> iba a ocurrir. Cerró los ojos <strong>un</strong> instante. Después volvió a abrirlos.<br />

Miró con extrañeza la copa <strong>que</strong> tenía en la mano, miró la habitación, y me miró a mí.<br />

Qué curioso, dijo. Me siento muy raro. No recuerdo... ¿Quién es usted?<br />

Soy tu vecino de abajo, afirmé, satisfecho. Ya te lo dije, hijo. Este aguardiente de mi pueblo<br />

es dinamita. <strong>Lo</strong>s jóvenes de hoy estáis afeminados, sólo bebéis cervecitas con gaseosa y por<strong>que</strong>rías<br />

light.<br />

Qué pasada, abuelo, dijo riendo. Es <strong>que</strong> ni me acuerdo de cómo he venido a tu casa.<br />

Algo en su tono de voz me hizo entender <strong>que</strong> me había perdido el respeto. Pero no le concedí<br />

demasiada importancia.<br />

Bueno Ismael, majete, le dije, señalándole la pantalla del televisor. ¿Así <strong>que</strong> el político de los<br />

ojos de colores te parece <strong>un</strong> piernas?<br />

Ismael achicó los ojos, escrutando la imagen.<br />

Pero, dijo, ¿quién es ese tipo?<br />

La vida volvió a la normalidad. O al menos eso parecía. De nuevo volvieron a oírse trinos<br />

ornitológicos en el seg<strong>un</strong>do derecha, esta vez de <strong>un</strong> canario. Del techo de mi casa no me llegaba más<br />

<strong>que</strong> silencio, acaso interrumpido por las blasfemias de Ismael cuando volvía a atascarse la impresora<br />

de su ordenador. Volví a retomar mis investigaciones y a asomarme al insondable pozo de sabiduría<br />

de mis mayores, y a mis experimentos ocultos con el praseodimio, <strong>un</strong> elemento químico de número<br />

atómico cincuenta y nueve. El praseodimio es <strong>un</strong> lantánido. El praseodimio... Pero me parece <strong>que</strong> es<br />

como si hablara con la pared. Mejor os cuento qué ocurrió cuando Ismael olvidó sus últimos tres<br />

meses de vida, y sin <strong>que</strong> yo sospechara nada. Primero regresó a su casa y la limpió. Luego telefoneó<br />

a su editor, <strong>un</strong> tal Constantino, sujeto de voz cavernosa pero talante bonachón. Talante <strong>que</strong> parecía<br />

haber extraviado.<br />

tres meses?<br />

¡Te voy a desmantelar la cabeza! gritaba.<br />

¿Cómo? ¿Que dónde me he metido? ¿Que tenía <strong>que</strong> haber entregado la última novela hace<br />

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