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La excelencia científica. Hombres y mujeres en las Reales Academias

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académico que sobrepasa <strong>las</strong> <strong>Academias</strong> propiam<strong>en</strong>te dichas,<br />

y que se refiere sólo y exclusivam<strong>en</strong>te al problema del<br />

«canon» intelectual, y por supuesto, a la <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong> que le va<br />

anexa, y <strong>las</strong> contradicciones que arrastra. Un caso sintomático<br />

de oposición al mundo académico lo constituyó Pierre<br />

Bourdieu, qui<strong>en</strong> com<strong>en</strong>zó su carrera como sociólogo haci<strong>en</strong>do<br />

grandes críticas a la máquina académica (Bourdieu,<br />

1984), para acabar aceptando todos estos mismos honores<br />

cuando le fueron propuestos, caso de la <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> el Collège<br />

de France (Bourdieu, 2004). Sin duda «in extremis» <strong>las</strong> dudas<br />

suel<strong>en</strong> resolverse a favor de la institución, <strong>en</strong> la cre<strong>en</strong>cia<br />

que ésta se puede modificar, sin afectar al concepto mismo<br />

de <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong>.<br />

Fr<strong>en</strong>te al mundo académico, marcado por la masculinidad,<br />

<strong>en</strong> la misma época <strong>en</strong> que surg<strong>en</strong> <strong>las</strong> <strong>Academias</strong> por un impulso<br />

muy similar nac<strong>en</strong> los salones literarios. En estos reinarán<br />

<strong>las</strong> <strong>mujeres</strong> a lo largo de los siglos XVII y XVIII, <strong>en</strong> especial<br />

<strong>en</strong> París, y <strong>en</strong> ellos impusieron su dictado. Sobre el estilo<br />

empleado y la dirección de <strong>las</strong> <strong>mujeres</strong> <strong>en</strong> aquellos salones<br />

opina la Duquesa de Abrantes que «<strong>las</strong> <strong>mujeres</strong>, ávidas por<br />

instruirse, preguntan por explicaciones que no siempre compr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>,<br />

pero que más tarde se les volverán familiares»,<br />

por lo que «los salones de París se convertirán <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong><br />

verdaderas escue<strong>las</strong> donde se profesaba sin pedantería escolástica»<br />

(Abrantes, 1937:14). No obstante, <strong>en</strong> la vida de los<br />

salones existieron lógicas difer<strong>en</strong>cias temporales. Tal como lo<br />

señaló la de Abrantes, se puede establecer una neta distancia<br />

<strong>en</strong>tre los salones del siglo XVII y del siglo XVIII: «<strong>La</strong> literatura<br />

—escribe Abrantes— no t<strong>en</strong>ía ninguna influ<strong>en</strong>cia bajo el gobierno<br />

del reinado de Luis XIV... <strong>La</strong> indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia del Gobierno<br />

era positiva <strong>en</strong> cuanto a <strong>las</strong> opiniones literarias (...)<br />

<strong>La</strong> literatura no corregía más que los ridículos, también los<br />

del rey». «Mi<strong>en</strong>tras que la república de <strong>las</strong> letras bajo Luis<br />

XV y ya bajo el reg<strong>en</strong>te —dice del siglo XVIII—, fue de una<br />

tal influ<strong>en</strong>cia que si quitaseis a este siglo (...) los escritos de<br />

J.-J. Rousseau, de Voltaire, de Raynal, de Helvetius, de<br />

Mably, Diderot, Necker, etc, quitaríais al siglo su g<strong>en</strong>io»<br />

(Abrantes, 1837:11). El peso de la literatura, y <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia<br />

de la vida intelectual, aum<strong>en</strong>tó notablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el tránsito<br />

de un siglo a otro, y de ello dan cu<strong>en</strong>ta los salones y sus<br />

cambios internos. En ambos siglos, no obstante, <strong>en</strong> medio de<br />

una apar<strong>en</strong>te frivolidad, el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to avanzaba más que<br />

por ningún otro modo, liberándose de la pesadez de la clere-

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