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La excelencia científica. Hombres y mujeres en las Reales Academias

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4.<br />

Coda particular<br />

76<br />

los máximos laureles y que empujadas por la corri<strong>en</strong>te romántica<br />

quisieron <strong>en</strong>trar pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el dominio de la <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong>,<br />

es decir <strong>en</strong> la Academia, sali<strong>en</strong>do del fuego de los<br />

salones al que se les destinaba. Su osadía marca una inflexión<br />

<strong>en</strong> el concepto de <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong> y abre un malestar sin posibilidad<br />

de retorno <strong>en</strong> el mundo académico. Tras el<strong>las</strong>, vinieron<br />

<strong>las</strong> «diosas», <strong>en</strong>carnando <strong>en</strong> una suerte de eterno<br />

retorno la historia bíblica de Betsabé y los viejos, que dio<br />

tanto juego pictórico, <strong>en</strong> la que éstos babeantes y grotescos le<br />

querían acariciar los s<strong>en</strong>os a aquella. Todo para abrir más<br />

aún la suprema herida abierta que ha arrastrado el «des<strong>en</strong>cantami<strong>en</strong>to<br />

del Mundo», incluy<strong>en</strong>do a la <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong> y sus<br />

poseedores.<br />

Son pocas <strong>las</strong> sesiones académicas a <strong>las</strong> que yo he asistido, lo<br />

cual es imperdonable <strong>en</strong> un antropólogo dedicado al estudio<br />

de la política y <strong>las</strong> instituciones como es mi caso. Recuerdo<br />

una a la que tuve la oportunidad de asistir. Era una Academia<br />

de provincias, donde hacía varias décadas que ya había<br />

<strong>mujeres</strong>, y se trataba lógicam<strong>en</strong>te del discurso de <strong>en</strong>trada de<br />

un nuevo miembro. Me dic<strong>en</strong> que la vida interna de aquella<br />

Academia era insoportable. El cuerpo de académicos de amigos<br />

/ <strong>en</strong>emigos recibía al nuevo miembro, del cual se lanzaron<br />

<strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas alabanzas, como suele ser usual. En un mom<strong>en</strong>to<br />

determinado el director de aquella Academia tomó la<br />

palabra, tras el discurso de contestación, y saltándose todo<br />

protocolo, <strong>en</strong> una especie de confesión psicoanalítica, transmitió<br />

al público sus secretos p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos: que acababa de<br />

hablar por un «teléfono especial» que t<strong>en</strong>ía con los académicos<br />

fallecidos, y que lo habían felicitado por la recepción que<br />

t<strong>en</strong>ía allí lugar. Quedé impresionado por la capacidad que pose<strong>en</strong><br />

<strong>las</strong> instituciones para alojarse <strong>en</strong> la psique de los sujetos,<br />

y como éstos acaban finalm<strong>en</strong>te por hablar con <strong>las</strong> sombras<br />

fantasmales de los que los antecedieron cuando no con<br />

la suya misma. <strong>La</strong>s <strong>Academias</strong> no pued<strong>en</strong> sobrevivir sin esas<br />

fantasmagorías, que constituy<strong>en</strong> la memoria y la fu<strong>en</strong>te de su<br />

poder, que ti<strong>en</strong>e su habitáculo <strong>en</strong> los «sillones», <strong>en</strong> el locus<br />

que transmite y confiere la <strong>excel<strong>en</strong>cia</strong> y la capacidad de dialogar<br />

con <strong>las</strong> sombras. Y este es asunto que sospecho, aunque<br />

<strong>las</strong> <strong>Academias</strong> del futuro tuvies<strong>en</strong> mayoría fem<strong>en</strong>ina, seguiría<br />

ocurri<strong>en</strong>do.

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