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Justicia, Justicia, - el caso saiegh

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más sensible, sentía que estaba por estallar, era donde más insistían mientras<br />

gritaban que confesara lo que <strong>el</strong>los buscaban.<br />

De pronto aflojaban, dándome tiempo para que me repusiera un poco,<br />

me arrojaban agua y volvían con la misma exigencia: “¡Confesá que en tu<br />

banco hay operaciones de toda clase, blancas, negras, judías...!”. Y por “judías”<br />

calificaban a todos esos “negocios” que <strong>el</strong>los creen que su<strong>el</strong>en hacer los judíos,<br />

y que los d<strong>el</strong> establishment llaman, despectivamente, “rusadas”.<br />

todo.<br />

Necesitaban que confesara cualquier ilícito, y que lo firmara. Eso era<br />

¿A<strong>caso</strong> Pilatos no lo vendió a Cristo?<br />

¿A<strong>caso</strong> 20 siglos después no vendieron la vida de dos generaciones, de<br />

millones de judíos europeos, para saquear sus bienes? ¡Después esos mismos<br />

bienes se transformaron en los lingotes de oro con los que terminaron tapando<br />

los pasillos d<strong>el</strong> tesoro d<strong>el</strong> Banco Central!<br />

Al fin decidieron parar, quizá porque vieron que no me sacaban nada por<br />

más voltaje que aplicaran. O porque temieron que me quedara muerto entre<br />

sus manos.<br />

Me aflojaron las ligaduras y me dejaron caer al piso. Inmediatamente me<br />

brotó -otra vez- la imagen d<strong>el</strong> hombre destrozado que me habían tirado en la<br />

c<strong>el</strong>da dos días atrás. Me habían tirado “un muerto”, y ahora yo me resistía a<br />

serlo.<br />

Seguía sin entender de dónde me salían las fuerzas para aguantar.<br />

Además, ¿resistirme a qué? Si no tenía nada para ocultar. Sólo sabía que lo<br />

único cierto era que debía aferrarme a la vida.<br />

Lo que más dolía no era <strong>el</strong> cuerpo, a<strong>caso</strong> ya casi insensible, sino lo<br />

absurdo e incoherente de la situación que estaba viviendo; una fantasmagórica<br />

pesadilla que parecía estar soñando. Pero estaba despierto y <strong>el</strong> desconcierto<br />

se acentuó aún más, se transformó en una herida emocional, un gran vacío<br />

que sólo llenaba la angustia.<br />

Por la tarde me hicieron lavar un poco. Estaban especialmente<br />

preocupados porque me limpiara las marcas de sangre. No me habían tocado<br />

la cara. Dijeron que querían verme “presentable”. Otra vez me subieron al auto,<br />

pero esta vez me llevaron a la División Bancos en <strong>el</strong> Banco Nación. Entramos<br />

por la esquina de 25 de Mayo y Bartolomé Mitre.<br />

¡Aún recuerdo la vergüenza que me produjo entrar al Banco en ese<br />

estado! Deseé con todas mis fuerzas que la tierra se abriese y me tragara,<br />

como esa mañana tras la sesión de tormentos.<br />

-62-

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