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Arqueología y Evangelio, por J. G. Echegaray.PDF - El Mundo Bíblico

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en esta ciudad (Jerusalén). Mi maestro fue Gamaliel; él me instruyó<br />

en la fiel observancia de la ley de nuestros antepasados»<br />

(Hch 22, 3). Pero parece ser que, aunque no fuera escriba,<br />

cualquiera que se dirigiera al pueblo, y éste lo escuchara, quien<br />

tuviera discípulos que le siguieran, y quien demostrara un conocimiento<br />

de la Tora, de los Profetas (hebr. Nebihim) y Escritores<br />

(hebr. Ketubim), así como de la tradición rabínica, podía<br />

ser tenido <strong>por</strong> rabino. Así Jesús es llamado Rabbí o Maestro,<br />

y como tal es tratado con el debido respeto.<br />

Ciertamente extrañaba que Jesús de Nazaret supiera tanto<br />

y pudiera discutir con los doctores de la ley, sin haber tenido<br />

otros estudios que los de un simple muchacho campesino en la<br />

sinagoga del lugar. «¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Qué<br />

sabiduría es esa que le ha sido dada? (...). Y les tenía desconcertados.<br />

Jesús les dijo: Un profeta sólo es despreciado en su<br />

tierra, entre sus parientes y en su casa» (Me 6, 2-4; cf. Mt 13,<br />

53-57; Le 4, 22-24). Por otra parte, su origen nazareno y lejano<br />

a los círculos intelectuales de Jerusalén le ocasionaba algunos<br />

desprecios. Al rabino Nicodemo, que se atreve a defender<br />

a Jesús, sus correligionarios fariseos le dicen: «¿También tú<br />

eres de Galilea? Investiga las Escrituras y llegarás a la conclusión<br />

de que los profetas jamás han surgido de Galilea» (Jn 7,<br />

52). No obstante, las gentes apreciaban en Jesús la calidad de<br />

sus doctrinas y el aplomo y seguridad con que les enseñaba.<br />

«La gente estaba admirada de su enseñanza, <strong>por</strong>que les enseñaba<br />

con autoridad, y no como los escribas» (Me 1, 22; 11, 18).<br />

Los evangelios ponen de manifiesto que a Jesús le tenían<br />

<strong>por</strong> maestro o rabino, no sólo el pueblo y los discípulos (más<br />

de 40 citas) 2 , sino también los otros doctores de la ley (Mt 12,<br />

38; 22, 16, 24 y 36; Me 12, 14, 19 y 32; Le 7, 40; 11, 45; 19, 39;<br />

20, 21, 28 y 39; Jn 3, 2).<br />

Con este prestigio y autoridad entraba en los lugares oficiales<br />

de culto -sinagogas y templo- y allí enseñaba o discutía<br />

con los escribas, que le miraban con recelo. Pero, antes de analizar<br />

los textos que a ello se refieren, vamos a detenernos en<br />

dar cuenta de lo que la arqueología nos enseña hoy acerca de<br />

las sinagogas y del templo en la época de Jesús. Hemos de<br />

adelantar que, de hecho, los primeros cristianos continuaron<br />

vinculados a estos lugares de culto, al templo (Hch 2, 46; 3, 1)<br />

y a las sinagogas (Hch passim), y que sólo con el tiempo se<br />

fueron desvinculando de ellos. Por lo que al templo se refiere,<br />

a partir de su destrucción en el año 70 d. O, y respecto a las<br />

2 Mt 8, 19; 19, 16; 26, 18 y 49; Me 4, 38; 5, 35; 9, 5, 17 y 38; 10, 17, 20<br />

y 35; 11, 21; 13, 1; 14, 14 y 45; Le 5, 5; 8, 24, 45 y 49; 9, 33, 38 y 49; 10,<br />

25; 12, 13; 17, 13; 18, 18; 20, 7; 22, 11; Jn 1, 38 y 49; 3, 26; 4, 31; 6, 25; 8,<br />

4; 9, 2; 11, 28; 13, 13-14; 20, 16.

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