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Arqueología y Evangelio, por J. G. Echegaray.PDF - El Mundo Bíblico

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1. Los enfermos y tullidos 183<br />

vino Juan el Bautista, que no comía, ni bebía, y dijisteis: Está<br />

endemoniado» (Le 7, 33).<br />

En algún caso, los síntomas de epilepsia están muy bien<br />

descritos, principalmente en Lucas, como cuando dice de un<br />

chico que «un espíritu se apodera de él y de repente da un<br />

grito, lo retuerce entre espumarajos y a duras penas se marcha<br />

de él, después de haberle maltratado» (Le 9, 39). Pero también<br />

Marcos: «Cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo y le<br />

hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse<br />

rígido» (Me 9, 18). En otras ocasiones, la descripción del poseso<br />

se ajusta más a la de un esquizofrénico agudo: «Andaba<br />

semidesnudo y no vivía en una casa, sino entre los sepulcros.<br />

Al ver a Jesús, empezó a dar gritos» (Le 8, 27-28; cf. Mt 8, 28;<br />

Me 5, 3-5).<br />

En los evangelios, los demonios, antes de ser expulsados de<br />

los posesos, suelen hacer manifestaciones de reconocer a Jesús<br />

como Mesías y acerca de su trascendencia divina (Mt 8, 29; Me<br />

1, 24; 5, 6-7; Le 4, 34; 8, 28). Sin negar la posibilidad de una<br />

interpretación teológica, basada en el concepto de posesión<br />

diabólica, ni que esas declaraciones mesiánicas correspondan a<br />

la confesión de la Iglesia primitiva, transferida a los demonios,<br />

«que también creen y se estremecen» (Sant 2, 19), no podemos<br />

descartar algún fundamento histórico y natural en tales expresiones.<br />

En efecto, estas personas en su enajenación mental podrían<br />

declarar en público lo que el pueblo pensaba acerca de<br />

Jesús, pero no se atrevía a manifestar delante de todos. De ahí<br />

que Jesús, vistas las consecuencias políticas que podrían acarrear<br />

esas manifestaciones incontroladas, les mande guardar silencio<br />

(Me 1, 25; Le 4, 35). Esto podría expresarse de una forma<br />

popular, diciendo, con el refrán castellano, que «los niños<br />

y los locos dicen la verdad». De hecho, también en el evangelio<br />

aparecen los niños en el templo dando voces y proclamando<br />

la mesianidad de Jesús con escándalo de los dirigentes religiosos<br />

judíos (Mt 21, 15-16), si bien en esta ocasión, ya al final<br />

de la vida de Jesús, éste se niega a reprenderles.<br />

Si la enfermedad era fruto del pecado y de la invasión del<br />

demonio en el orden natural, aunque consentida <strong>por</strong> Yahvé<br />

(Job 2, 3-7), solamente a Dios estaba reservado el restablecimiento<br />

de la salud perdida. <strong>El</strong> argumento de varios salmos es<br />

precisamente una llamada, una oración confiada del enfermo<br />

para que Dios le libre de los lazos de la muerte que se ciernen<br />

tras la enfermedad: «Piedad, Yahvé, que desfallezco; cura,<br />

Yahvé, mis huesos dislocados; tengo el alma en delirio, y tú,<br />

Yahvé, ¿hasta cuándo? Vuélvete, Yahvé, pon a salvo mi vida,<br />

sálvame <strong>por</strong> tu misericordia» (Sal 6, 2-5).<br />

En la tradición cultural de entonces, principalmente en la

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