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Arqueología y Evangelio, por J. G. Echegaray.PDF - El Mundo Bíblico

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c<br />

1. Los gobernadores romanos 59<br />

tos con los judíos, a quienes ciertamente no tenía simpatía y en<br />

ocasiones parece incluso despreciar. Se ha dicho que Pilato pudo<br />

ser una especie de agente en Palestina del ministro de Tiberio,<br />

L. Aelio Sejano, quien trató de seguir una política claramente<br />

antijudía en todo el imperio, según nos refiere Filón.<br />

No puede rechazarse de plano esta aseveración, aunque tampoco<br />

puede afirmarse con seguridad.<br />

<strong>El</strong> primer choque entre Pilato y los judíos se produjo de<br />

forma deliberada <strong>por</strong> parte del gobernador. La clase dirigente<br />

judía era muy sensible al riguroso cumplimiento de las prescripciones<br />

religiosas externas en la ciudad santa de Jerusalén.<br />

Una de ellas, fundada en Ex 20, 4; Dt 4, 16-18; 5, 8, consistía<br />

en eliminar imágenes profanas (pinturas o esculturas), sobre<br />

todo si tenían una connotación pagana, y, de manera especial,<br />

si la exhibición de tales figuras se hacía en el templo o sus<br />

proximidades, pues entonces el acto revestía la gravedad del<br />

sacrilegio. Hasta entonces, las tropas romanas, que patrullaban<br />

<strong>por</strong> la capital religiosa judía, habían tenido la precaución de no<br />

exhibir sus estandartes y enseñas militares, que llevaban representaciones<br />

odiosas para la mentalidad judía. Más tarde veremos<br />

la naturaleza de estas enseñas. Por lo demás, en el resto<br />

del país, y concretamente en su capital política, la ciudad de<br />

Cesárea, las unidades militares ostentaban con naturalidad estas<br />

imágenes, sin que ello creara ningún problema.<br />

Pilato, sin embargo, para provocar a los dirigentes religiosos,<br />

ordenó que la guarnición de Jerusalén penetrara durante la<br />

noche en la ciudad desplegando sus enseñas militares, y que<br />

éstas quedaran expuestas en los cuarteles. Entre ellas figuraba<br />

la efigie del emperador divinizado. <strong>El</strong> tumulto que se produjo<br />

fue de una dimensión quizá no sospechada <strong>por</strong> el gobernador.<br />

Una copiosa representación del pueblo con sus dirigentes bajó<br />

a la ciudad de Cesárea y permaneció allí en huelga de protesta<br />

durante cinco días. Pilato les convocó en el estadio para darles<br />

una explicación, y ésta consistió en que los numerosos soldados<br />

allí previamente apostados desenvainaron sus espadas y<br />

amenazaron desafiantes a la multitud. La conmoción en toda<br />

la provincia fue tan grave que, al fin, el gobernador reconsideró<br />

su actitud y mandó retirar las enseñas militares de la ciudad<br />

santa.<br />

Pero no quedó ahí el asunto. En su obstinación de dar una<br />

lección a los judíos, Pilato hizo colgar en un sitio muy visible<br />

del palacio de Herodes en Jerusalén unos escudos que, aunque<br />

no tenían imagen alguna, llevaban la inscripción con el nombre<br />

del emperador. De nuevo el pueblo se amotinó seriamente, y<br />

los dirigentes, sin duda apoyados <strong>por</strong> la infalible recomendación<br />

del tetrarca Antipas, puntearon al gobernador y trasladaron<br />

el asunto a Roma. Tiberio ordenó a Pilato que retirara los

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