Arqueología y Evangelio, por J. G. Echegaray.PDF - El Mundo Bíblico
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184 Salud y enfermedad<br />
mesopotámica, tenían mucha im<strong>por</strong>tancia los conjuros y las<br />
fórmulas mágicas para librarse de los malos espíritus, y así recobrar<br />
la salud. Pero en la Biblia no son los curanderos o<br />
exorcistas, ni siquiera el rey ungido <strong>por</strong> Yahvé, quienes pueden<br />
devolver la salud perdida, sino sólo Dios a través de sus<br />
profetas. Cuando Naamán el sirio quiso que el Dios de Israel<br />
curara su lepra, el rey de Siria le escribió una carta de presentación<br />
para el rey de Israel. Este se rasgó sus vestiduras diciendo:<br />
«¿Acaso soy yo un dios para dar muerte o vida, ya que<br />
éste me encarga que cure a un hombre de su enfermedad?» (2<br />
Re 5, 7). Pero el profeta <strong>El</strong>iseo dijo: «¿Por qué te has rasgado<br />
las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un profeta en<br />
Israel» (2 Re 5, 8). Igualmente, cuando el rey Ezequías enferma<br />
de muerte, se dirige suplicando a Yahvé. Entonces es enviado<br />
el profeta Isaías a curarle, quien recibe este oráculo:<br />
«Vuelve a decirle a Ezequías, jefe de mi pueblo. Así habla<br />
Yahvé, Dios de tu padre David: He escuchado tu oración y he<br />
visto tus lágrimas. Mira, voy a curarte: dentro de tres días podrás<br />
subir a la casa de Yahvé, y añado a tus días otros quince<br />
años» (2 Re 20, 5).<br />
Si la vida y la muerte dependían directamente de Dios, no<br />
<strong>por</strong> eso se dejaban de aplicar contra la enfermedad los remedios<br />
caseros dentro de la medicina popular. <strong>El</strong> mismo Isaías<br />
prescribe a Ezequías uno de ellos: «Isaías ordenó: Coged un<br />
emplasto de higos, que lo apliquen a la herida, y curará» (2 Re<br />
20, 7).<br />
Cuando los profetas hablan de los tiempos mesiánicos venideros,<br />
destacan entre sus características la presencia de la salvación<br />
de Dios curando las enfermedades y dolencias: «Se despegarán<br />
los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán. Saltará<br />
como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará» (Is<br />
35, 5-6). Y los evangelios recogen precisamente estos textos<br />
aplicándoselos a Jesús como Mesías (Mt 11, 2-6; Le 7, 18-23).<br />
Jesús no sólo realiza tantas curaciones como signo de la lucha<br />
que ha venido a entablar contra el mal y contra su personificación<br />
en el demonio, sino también <strong>por</strong>que en el fondo con Jesús<br />
cambia el enfoque y la comprensión de lo que es la vida y<br />
la muerte, la salud y la enfermedad. En los tiempos mesiánicos,<br />
Dios llega a su pueblo, que es la humanidad entera, con<br />
unos criterios que parecen novedosos. Busca precisamente al<br />
pobre, al débil, al despreciado, al inválido, para «hacer que se<br />
siente entre príncipes y herede un trono glorioso» (1 Sm 2, 8;<br />
cf. Le 1, 52-53).<br />
De esto se hacen eco los evangelistas al narrar las acciones<br />
de Jesús, citando textos proféticos del Antiguo Testamento,<br />
como aquel del III Isaías que dice: «<strong>El</strong> espíritu del Señor Yahvé<br />
está sobre mí, <strong>por</strong>que Yahvé me ha ungido. Me ha enviado