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Librodot La novia muerta R. L. Stine<br />
-¡Menudo viajecito! -grité sin aliento-. He pasado mucho miedo, Jonathan.<br />
Él se detuvo y se dio la vuelta. Su sonrisa se había desvanecido. Sus impresionantes ojos<br />
verdes parecían fulminarme.<br />
-A veces me vuelvo como loco -dijo-. Pierdo el control, ¿comprendes?<br />
Se quedó mirándome fijamente, con las manos apoyadas en la cintura, como esperando<br />
una respuesta. Yo no sabía qué decir. Su forma de conducir me había asustado mucho y desde<br />
luego parecía que hubiera perdido el control.<br />
La expresión de su rostro se fue suavizando y sonrió.<br />
-Lo decía en broma -dijo. Sus ojos verdes parecían centellear bajo las luces. ¡Era<br />
guapísimo!<br />
-Venga, vamos a batear algunas pelotas.<br />
Atravesó corriendo el aparcamiento para reunirse con los demás.<br />
Dawn estaba delante de nosotros y de repente recordé que había empezado a decirme<br />
algo en la cocina: «Hay algo sobre Jonathan que deberías saber.»<br />
¿A qué se refería? ¿Tenía que ver con su forma de conducir? ¿Tenía que ver con su<br />
tendencia a perder el control? Daba la impresión de tener cambios de humor muy bruscos.<br />
¿Me querría prevenir Dawn sobre eso?<br />
Los pequeños recintos en donde se bateaba estaban afuera, en la parte trasera del<br />
edificio, bajo las potentes luces. Podía ver una hilera de unos diez pequeños espacios<br />
alargados, delimitados por una malla formada por tela y alambres, donde habían unas<br />
máquinas que lanzaban pelotas.<br />
El sitio estaba abarrotado, lleno de chicos y chicas, mucha gente joven de clase<br />
trabajadora que armaba mucho jaleo. Tuvimos que esperar a que quedara un recinto libre. Me<br />
mantuve cerca de Jonathan, mirando entre las mallas cómo la gente bateaba pelotas que<br />
alcanzaban hasta ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora.<br />
-Mira a ese chico. Batea con una hora de retraso cada vez que le viene una pelota -dijo<br />
Jonathan, riendo con disimulo.<br />
Era una noche fría, más propia del invierno que de la primavera. Yo estaba temblando y<br />
me arrepentía de no haber buscado un jersey antes de salir de mi casa.<br />
Jonathan animaba al chico que bateaba. Parecía divertirse. Me pregunté si yo le gustaba.<br />
De repente oí un estrépito por encima de nuestras cabezas. Miré sorprendida hacia arriba<br />
y vi a Caleb colgado de una de las mallas del recinto, a unos diez o quince metros de altura.<br />
Se sujetaba con una mano, mientras hacía gestos de chimpancé con la otra.<br />
-¡Pero bueno! -gritó Jonathan, y luego estalló en una carcajada.<br />
-¡Baja de ahí! -gritó un hombre detrás de nosotros.<br />
-¡Oye, que es peligroso! -chilló otro.<br />
-¡Yo Tarzán! -vociferó Caleb desde arriba.<br />
-¡Caleb está como una cabra! -exclamó Jonathan-. ¡Está completamente loco! ¡Es capaz<br />
de hacer cualquier cosa!<br />
Me fijé en Dawn, que estaba unos pasos más allá. No parecía divertirse en absoluto. Más<br />
bien, estaba colorada y como con vergüenza.<br />
Dos hombres con pantalones azul oscuro y camisas blancas se acercaron corriendo.<br />
«Seguro que trabajan aquí», pensé.<br />
-¡Oye, baja ahora mismo! -gesticuló uno de ellos furioso.<br />
-¡Pero qué estás haciendo! -gritó el otro.<br />
Caleb pasó de los dos hombres.<br />
-¡Eh, Jonathan! ¿Vienes conmigo? -le incitó-. ¡Desde aquí se disfruta de una vista<br />
estupenda!<br />
-¡Pero es que este chico es increíble! -exclamó Jonathan sin dejar de reír.<br />
-¡Venga, gallina! -le incitó Caleb<br />
Jonathan se quedó mirando a su amigo.<br />
-¡Venga, cobarde! -volvió a provocarle.<br />
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