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Librodot La novia muerta R. L. Stine<br />
¿Era miedo? ¿Era rabia? ¿O celos? Sus verdes ojos reflejaban una profunda tristeza. ¿En<br />
qué estaría pensando?<br />
Llegué a la conclusión de que probablemente yo estaba haciendo demasiadas conjeturas.<br />
Lo más probable era que<br />
Jonathan sólo estuviera preocupado por Caleb, simplemente. Siempre hago lo mismo.<br />
-Piensas demasiado -me dice siempre mi madre. Siempre lo analizo todo al detalle.<br />
Encuentro significados misteriosos en cosas que carecen de sentido.<br />
Pero ¿por qué me sentía tan mal mientras nos dirigíamos a la furgoneta?<br />
«Estás nerviosa, Annie, eso es todo -me dije-. Es tu primera cita con Jonathan y no estás<br />
segura de si le gustas o no. ¿Y por qué debería gustarle? Después de todo he estado muy<br />
callada toda la noche. Me he sentido como una extraña entre toda esta gente que ya se conocía<br />
desde hace un montón de tiempo. Nunca volverá a pedirme que salga con él.»<br />
Me senté en el asiento delantero del vehículo y cerré la puerta. El asiento de cuero estaba<br />
muy frío.<br />
Jonathan puso el coche en marcha. Dos parejas más se habían subido al asiento de atrás.<br />
-¿Puedes poner la calefacción? -pregunté, rodeándome con los brazos para entrar en<br />
calor.<br />
-Desde luego -dijo mientras la ponía.<br />
Durante el viaje de vuelta condujo muy prudentemente, manteniéndose siempre por<br />
debajo del límite de velocidad. Todos hacían bromas sobre Caleb y su aventura. Uno de los<br />
chicos explicó una historia de cómo una vez Caleb se coló en una piscina cubierta y le<br />
pescaron nadando en pelotas con un grupo de chicos. Otra chica explicó que una noche le<br />
detuvieron por intentar forzar la puerta de su propia casa.<br />
-Le han detenido veinte veces -declaró otro.<br />
Todos reían excepto Jonathan.<br />
-Caleb no es un delincuente -le defendió Jonathan muy serio-. Quiero decir que nunca le<br />
han condenado por nada. Siempre alega enajenación mental.<br />
Todos se echaron a reír, incluso Jonathan.<br />
Entre carcajadas y bromas fuimos dejando a todos en sus casas. Me sentía muy a gusto y<br />
ya había entrado en calor cuando Jonathan detuvo la furgoneta ante mi casa sin parar el motor.<br />
Estaba encendida la luz de la entrada y la de la habitación de mis padres, en el piso de arriba.<br />
El reloj en el salpicadero señalaba las 11:24. Todavía era bastante temprano.<br />
Me pregunté si Jonathan iba a besarme. Le miré furtivamente bajo la pálida luz del<br />
porche y me di cuenta de que quería que lo hiciera.<br />
Sus ojos miraban con detenimiento las luces verdes del salpicadero. Me pregunté si<br />
estaría pensando en eso, en si me iba a besar o no. ¿Estaría él también nervioso? A lo mejor ni<br />
siquiera estaba pensando en mí. Su expresión era impenetrable. No podía adivinar cuáles eran<br />
sus pensamientos.<br />
-Bueno, ésta ha sido una noche típica en Shocklin Falls -dijo volviéndose hacia mí y<br />
sonriendo.<br />
-Lo he pasado muy bien -respondí, devolviéndole la sonrisa.<br />
-Yo también -dijo él de un modo automático. «¿Se va a inclinar hacia mí para besarme?<br />
No.»<br />
-Te veré en el instituto -dijo.<br />
-De acuerdo.<br />
Le di unos segundos más, pero él mantenía las dos manos apoyadas en el volante, de<br />
modo que abrí la puerta y salí de la furgoneta. La luz de los faros pasó por delante de la casa<br />
mientras yo sacaba las llaves y abría la puerta. Estaba decepcionada. Me sentía como una<br />
idiota.<br />
La luz del recibidor estaba apagada. Colgué la chaqueta en el armario de la entrada sin<br />
molestarme en encenderla y empecé a subir las escaleras a oscuras. Entonces alguien se<br />
abalanzó sobre mí y noté una presión en los hombros.<br />
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