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Critica 145 - Revista Crítica

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LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA MODERNA<br />

mos aprendido a los curadores de los museos— auténtico. El resto, las mentes<br />

que me entregan ensayos A, B e incluso C+, se mueven por los terrores y<br />

misterios de la literatura moderna como muchos Parsifal, sin hacer preguntas<br />

ante el mandato de la maravilla y el miedo. O como muchos seminaristas que<br />

han sido instruidos en la constitución del infierno y las formas de condena. O<br />

como muchos lectores, entretenidos por historias de horror moral. Les pedí<br />

que miraran en el Abismo y, obedientemente y con alegría, se asomaron al<br />

Abismo y el Abismo los recibió con la grave cortesía de los objetos de estudio<br />

serio diciéndoles: “Soy interesante, ¿no? Y excitante, si consideran lo profundo<br />

que soy y las terribles bestias que moran en mis profundidades. Tengan<br />

en mente que el conocimiento de mí contribuye materialmente a vuestra reali -<br />

zación, a vuestra plenitud.”<br />

Angustiado por el agravio que había conspirado a perpetrar contra la gran<br />

literatura, me pregunté si quizás no había estado leyendo esos ensayos dema -<br />

siado literalmente. Después de todo, el ensayo final del curso no es un diario<br />

del alma, no es una ocasión para decir la verdad. Lo que mis estudian tes po -<br />

dían revelar de sus auténticos sentimientos a un maestro más joven no me lo<br />

revelarían a mí; ellos me daban la que creían era la respuesta adecuada a la<br />

versión oficial del terror que yo les proporcionaba. Venían a mi mente sus ros -<br />

tros, que no eran necesariamente los rostros de esos imperturbables ensayos,<br />

no eran, no todavía, los rostros de los padres de familia, o de los amantes del<br />

teatro o de los compradores de pinturas modernas: no todavía. Tenía que pen -<br />

sar que era posible que, de algún modo y en un grado que mantuvieron secre -<br />

to, habían respondido directa y personalmente a lo que habían leído.<br />

¿Y si lo habían hecho? Y si lo habían hecho, ¿yo estaría más contento?<br />

¿Qué forma habría querido que tomaran sus respuestas? La que hago<br />

es la pregunta de un maestro, no la de un crítico. Hemos decidido en los años<br />

recientes pensar en el crítico y en el maestro de literatura como uno y el mis -<br />

mo, y sin duda es posible y útil hacerlo. Pero hay ciertos aspectos en los que<br />

las funciones de los dos no coinciden, o se puede hacer que coincidan sólo con<br />

gran dificultad. “La crítica —nos dijo Arnold— tiene que estar dotada para el<br />

estudio y el elogio de elementos que para la plenitud de la perfección espiri -<br />

tual son requeridos, a pesar de que pertenezcan a un poder que en la esfera<br />

práctica pudiera ser maléfico.” Pero a la enseñanza, o al menos a la ense -<br />

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