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Critica 145 - Revista Crítica

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HEREDAR A ELISEO DIEGO<br />

Giberga, y su padre. Amelia era una catalana aristócrata y mi abuelo un cam -<br />

pesino humilde de Asturias, dueño de una joyería cuando conoció a abue la.<br />

La había heredado de su dueño, otro asturiano, abuelo trabajaba con él y Bor -<br />

bolla no tenía descendientes. La señora Giberga le hizo un poco difícil la vida a<br />

su hija y al esposo. Y papá, como niño muy sensible, se percataba de esa tensión.<br />

—¿Qué beneficios reconocía Eliseo Diego en ese don utilísimo de mirar<br />

su casa desde lejos, ganado en su niñez con las incursiones por la tierra de los<br />

cuentos?<br />

—Él habló de que en ese viaje a Francia se había encontrado con la Poe -<br />

sía en mayúscula, a través de su contacto, cuando enfermó, con el guiñol y<br />

con los cuentos de Perrault que le narraban Luigi, el maître del Hotel León<br />

de Roayat, y su esposa Olga. Nunca más supo de ellos, incluso nunca más<br />

regresó a Francia. Mencionaba siempre ese viaje, tenía sólo seis años, recordaba<br />

su casa, su jardín, sus juegos, y el contacto con esas nuevas maravillas<br />

lo ayudó a apreciar más las que le rodeaban, en un jardín también encanta -<br />

do, como aquel de la Auvernia.<br />

—¿Llegó Eliseo a recuperar el tiempo perdido de su infancia junto a<br />

sus hijos en la quinta de Arroyo Naranjo?<br />

—Regresó a un lugar con mucha vida, con una atmósfera agradable que<br />

no sintió de niño. Aunque se pasaba la mayor parte del tiempo en su estudio,<br />

y eso era algo para mi mamá sagrado: “Su padre está trabajando, no lo interrumpan”,<br />

se asomaba a la ventana y nos veía jugando. En las Navidades era<br />

él quien preparaba el nacimiento. Papá era un católico, lo que se llama prac -<br />

ticante, igual que mis tíos Cintio y Fina. Mamá no tanto, era más a “su ma -<br />

nera”, como se dice. Sobre una mesa colocaba libros y los cubría con papel<br />

color piedra, simulaba montañas, y disponía luego las figuras. Otra cosa que<br />

también le gustó siempre fueron los trencitos eléctricos. Mandó a hacer una<br />

mesa rectangular bastante grande, y con un cristalito daba la idea del lago, hi -<br />

zo el puente, el túnel —no sé cómo— por el que pasaba el tren, que se veía<br />

de lo más bien, puso las luces. Eso debía ser para sus hijos, pero creo que prin -<br />

cipalmente era para jugar él.<br />

—¿Cuáles claves aclaran las canciones que escogía Eliseo para dormirlos?<br />

—Su padre era asturiano y, su madre, cubana, pero hija de catalana y<br />

asturiano. Ellos lo durmieron con canciones españolas, y él hizo lo mismo con<br />

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