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Barbarie y Civilización, Sangre, monstruos y Vampiros durante<br />

el segundo gobierno de Rosas. Aunque Ferro se recibió primero<br />

de Profesor de Inglés y vivió de dar clases por hora<br />

durante años, después de pasar cuatro años al frente de Porco,<br />

se entregó como un místico a la lectura de los papiros originales<br />

de su credo, a la carrera académica entre 1997 y 2004.<br />

–¿Cómo eras investigando?<br />

–Era un ratón de biblioteca auténtico. Uno de los cubiles de<br />

la Biblioteca Nacional era ya mi departamento de un ambiente.<br />

Pasaba allí de nueve de la mañana hasta la noche. Era mi<br />

casa. Me conocían. En un momento de mi carrera académica<br />

gané varios premios y becas, era como que me salían cosas<br />

cosas cosas bárbaras pero al final yo tenía una melancolía en<br />

bajo profundo que me hacía sentir mal.<br />

Gabo Ferro regresó a la música después de decir "no" incontables<br />

veces. Sus amigos del rock lo reclamaban pero él, atrincherado<br />

en la lectura de viejos libros y archivos demonónicos,<br />

resistía en la historia. Aún así, en ese devenir académico el<br />

artista se construyó un universo especial. Lo reconoce en el<br />

prólogo de su libro su director de tesis, José Emilio Burucúa:<br />

"Este ensayo se ubica en un límite muy remoto de cualquier<br />

historiografía que uno pudiese pensar". La búsqueda de respuestas<br />

a las metáforas de la sangre usadas durante el gobierno<br />

de Rosas lo lleva a la literatura sin remedio. En el análisis<br />

de los relatos góticos que anunciaban al restaurador como un<br />

vampiro debe volver una y otra vez a los escritores románticos,<br />

de Dumas, a Víctor Hugo, a Mármol, y por supuesto a Esteban<br />

Echeverría, el autor de El Matadero. Hasta en ese libro sondea<br />

Ferro uno de sus grandes temas: el amor no correspondido, la<br />

fatalidad del desamor que condena al vampiro. Es el mismo<br />

que deberá interpretar en su última proyecto, una puesta en<br />

el Centro Experimental del Teatro Colón de la obra Four Walls,<br />

del compositor de música contemporanea John Cage. Hace<br />

varios años que el coreógrafo que dirigirá la pieza, Carlos<br />

Trunsky, va a los conciertos de Ferro. Lo eligió, junto a la pianista<br />

Haydée Schvartz para ser la única voz de una obra clave<br />

en la historia de Cage, un lugar que en Estados Unidos ocupó<br />

–también con Schvartz– Jack Bruce, el cantante de la mítica<br />

banda Cream.<br />

–¿Qué te resulta interesante de Four Walls?<br />

–Cage con ella escribe una obra romántica, contraria a lo<br />

que es su búsqueda sonora, porque atravesaba un momento<br />

muy especial en 1944: conoce al coreógrafo Merce Cuningham<br />

–con quien luego pasan la vida componiendo– y se enamora<br />

de él; Cage se sentía muy mal por estar engañando a su mujer<br />

y por estar enamorándose de un hombre. En el guión original<br />

se desata un reclamo de pasión de parte de alguien que no lo<br />

están cortejando como quisiera, como cree que debería ser, y<br />

hay una muerte. Esa "ars dramática" que se despliega cuando<br />

interpreto mis canciones acá está en base a alguien que se está<br />

poniendo en otro lugar.<br />

Friendly<br />

Los amantes de Gabo Ferro pudieron verlo este año recién<br />

hace una semana, en una de las salas del Centro Cultural<br />

Konex, donde seguirá presentándose todos los domingos de<br />

abril a las nueve de la noche. El último encuentro había sido<br />

el año pasado, cuando llenó el ND Ateneo con las canciones<br />

de Amar, Temer, Partir e hizo llorar a una multitud sin otra<br />

cosa que su guitarra y su voz. La audiencia es heterogénea.<br />

38<br />

Aunque sus canciones enarbolen la militancia de género y<br />

sean odas melodramáticas, no es que su público esté lleno de<br />

"locas". Lejos están los veinteañeros y treintañeros que lo<br />

siguen, de parecerse el estereotipo enaltecido por el síndrome<br />

gayfriendly del que está supuestamente dotada la ciudad de<br />

Buenos Aires.<br />

–¿Qué opinás de la Buenos Aires gayfriendly?<br />

–Money Friendly. Podría ser pederastian friendly: toda<br />

aquella cosa que traiga dinero va a estar bien. Sobre todo porque<br />

el gay es un personaje que se lleva muy bien con este nuevo<br />

Buenos Aires. Es superficial. Es frívolo. Maneja una política<br />

de la condescendencia y de la fachada básicamente. Es limpio.<br />

Se lleva muy bien con todo lo de centro y derecha. Es por naturaleza<br />

gringo friendly. Conozco muchos putos y muchas tortas<br />

que los cagan a palos en la ciudad de Buenos Aires por ser<br />

putos y tortas. Me alarma suponer que cuando a un hombre<br />

le gusta un hombre sea gay. Ser gay implica no solo la erótica,<br />

sino una manera de pararte frente a la política, la cultura.<br />

Comerte todas las vergas del mundo no te hace gay.<br />

–¿Por qué usás "puto" y "torta"?<br />

–Para nombrar lo que es diverso y diferente se usan términos<br />

medicos, como homosexual, o insultos: tragasable, balinazo,<br />

comechingón. Pero no hay un sustantivo que no vaya a lo<br />

médico, a lo criminal o a lo insultante. Entonces, por una cuestión<br />

de urgencia del idioma uso la menos peor y la que me<br />

gustaría que se vacíe de esa carga.<br />

A Gabo Ferro lo impresiona pensar en el año que se le viene.<br />

A Four Walls y un disco con nuevas canciones –tiene más de<br />

veinte ya compuestas– le suma la edición de dos libros. Uno<br />

de ellos es un trabajo con la cantante Flopa, y con el artista<br />

plástico Ral Veroni, que saldrá en junio por Ediciones Asunto<br />

Impreso. El otro es el resultado de otra investigación histórica<br />

al límite: esta vez de la sangre pasó al concepto de "degenerado".<br />

Rastreó su aparición, su uso y sus interpretaciones en el<br />

cuantum académico de fines del siglo XIX y principios del XX<br />

y rastreó su presencia en las películas argentinas de la década<br />

del cuarenta. El diez de julio estrena en el Colón, y durante la<br />

segunda mitad del año se va de gira por segunda vez a España.<br />

Gabo luce tranquilo; casi casi satisfecho, aún siendo el más<br />

romántico de los amantes.<br />

–Es trabajo, deseo, camino y buena fortuna –dice.<br />

–Hablás como mi maestro chino de acupuntura.<br />

–Bueno, lo cierto es que yo soy un místico de toda mi vida.<br />

–¿Encontrás algo espiritual en el amor?<br />

–Es el diálogo amoroso. El amor es esotérico. Llamalo<br />

inconsciente o como quieras.<br />

–Eso implica una cuestión de fe en torno al amor. En el último<br />

disco transmitís el resultado de las heridas del amor. ¿Cómo<br />

saliste de eso?<br />

–Hay una frase de poster que tienen los gringos que es I<br />

want to believe. En eso se puede ir la vida; en creer o en querer<br />

creer. Pero sin duda, estoy absolutamente seguro que<br />

quiero estar en ese campo, en el de creer que el amor es así.<br />

No quiero no creer. Sé que es lo peor. Tanto sea en el proceso<br />

de saber que el amor me salva, me cuida, me atiende, me<br />

satisface, me colma, me alimenta, me hace feliz, o en el de<br />

creer que el amor me hace todo eso. Pero nunca decir nunca<br />

el amor. Me va a provocar un vacío esotérico, de fe, de confianza<br />

que me puede producir un efecto dominó y no dejarme<br />

parar hasta la muerte. <br />

32-38-Gabo-120409.indd 38 08/04/2009 11:39:48 p.m.

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