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platos
Felicidad italiana
Por Silvina Pini
Cualquier parrilla o cantina
incluye un plato
de pasta en el menú
como si cualquiera pudiera
hacerlo bien, como si la
cocina italiana, por ser tan
popular, no fuera alta cocina.
Pero digámoslo de una
vez: la italiana es una de las
cocinas más refinadas.
Pocos platos dan tanto
como una pasta bien
hecha, con un tomate natural
en su punto justo de
madurez y un parmesano
estacionado recién rallado.
Claro que hace falta buena
mano: amasar la pasta fresca
con paciencia y amor y
tener ojo para elegir el
tomate con que se prepara
la conserva para todo el
año -aunque nos hagan
creer que hay tomate los
doce meses, en realidad
alcanza un grado de azúcar
justo cuando está maduro-.
Exactamente eso hace
Pedro Picceau -nacido en
Cerdeña-en su restaurante
de Campana, a 80 kilómetros
sobre la ruta 9. Quienes
han probado los platos que
ofrece desde hace catorce
años vuelven sin que les
importe el viajecito.
Ahora, Luciano Picceau
-el hijo de Pedro- ha abierto
junto con su novia Marcela
García, un segundo Italpast,
más cerca y con un acceso
más sencillo, en La
Reserva, un country en ciernes
en Cardales. La carta
es prácticamente la misma
que la de Campana y sigue
bajo el comando estricto de
Pedro. En el nuevo restau-
MARIO ChERRuTTI
italPaSt
Público: tutti frutti; golfistas,
familiones, parejas, countristas y
foráneos que se hicieron el viaje
especialmente.
terraza: si quiere sentir que la vida
es bella, almuerce en el deck y
después relájese mirando la
laguna y escuchando los teros y
caranchos.
Chiste ítalo-porteño: ¿cuál es la
ciudad más grande de Italia?
Buenos Aires.
Campana City: si quiere repetir, vaya
a la casa matriz en Dellepiane 1050.
Allí también venden pasta, pizzas y
quesos y, de paso, lo conoce a
Pedro, un cocinero de alma.
Criaturas: lárguelas a potrear por
las 350 hectáreas de campo
mientras se fuma un pucho en la
terraza.
temaiken: si es culo inquieto, en
vez de relajarse en el campo,
puede ir a Temaiken, que queda a
cinco minutos.
Estado de ánimo al pagar: felicidad.
Y si lo ataca la metafísica de la
siesta en el deck, alcanzará a
preguntarse por qué paga lo que
paga en otro sitios. Por suerte,
caerá dormido antes de
amargarse.
rante, el lugar suma un gran
atractivo a la cocina. Está
rodeado de campo, una
cancha de golf y una gran
laguna con puentes que se
ven desde los ventanales y
la enorme terraza. El salón
alargado, de madera blanca
y techo a dos aguas,
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A sesenta kilómetros de Buenos Aires, en
La Reserva de Cardales, un lugar que es como
una embajada de Italia en el conurbano.
recuerda las construcciones
de campo. Allí se disponen
en dos niveles las
mesas alegres con toques
de color y sofisticadas lámparas
Tolomeo.
Imposible no empezar por
el antipasto italiano ($32,
para compartir) que trae
jamón crudo, morrones asados,
aceitunas rellenas,
berenjenas, tomates secos
y mortadela italiana con pistacchio,
todo de primerísima
calidad, elegido por los
Picceau como si fueran las
rosas de su jardín. Para
cuatro, incluye además porchetta
alla sarda, pata de
cerdo marinada en romero,
tomillo, laurel y horneada
durante doce horas y formaggi
e peperoni verdi,
ajíes verdes rellenos de
queso fundido con almendras
y hongos ($65).
Otra opción puede ser
alguna de las ensaladas,
como la D'Oro, nombrada
así por otro gran cocinero
ítalo argentino Norberto
D'Oro, amigo de la casa:
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