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por cicco<br />
Fotos de Guadalupe Gaona<br />
Tal vez, por casualidad, usted escuchó hablar del<br />
pueblo de Uribelarrea, a 82 kilómetros de Buenos<br />
Aires, sobre la ruta 205. Es como un pequeño<br />
botón metido entre San Miguel del Monte,<br />
Cañuelas, Lobos y Las Heras. Tiene hasta himno<br />
propio. Dice así: “Uribe, Uribelarrea, pueblo pequeño y trabajador,<br />
que perdido en la llanura tienes abierto tu corazón, derrama<br />
paz y ternura a todos los hombres con ilusión”.<br />
Tal vez, por causalidad, usted escuchó que en 1972 Leonardo<br />
Favio filmó allí Juan Moreira, y Alan Parker la utilizó como<br />
escenario para Evita trece años más tarde. Y en 1997, la señal<br />
TNT desembarcó a filmar la miniserie El hombre que secuestró<br />
a Adolf Eichmann, con Robert Duval. También se registraron<br />
capítulos de las novelas Ricos y famosos y Amor sagrado,<br />
y Alejandro Agresti eligió a Uribe para dar un clima de<br />
época a su largometraje de 1988, Boda secreta.<br />
Tal vez se enteró que por estas calles anduvo Ceferino<br />
Namuncurá, cuando era aún estudiante o tal vez leyó un<br />
artículo sobre su historia donde se hablaba de cómo Miguel<br />
Nemesio de Uribelarrea, director de la Municipalidad de<br />
Buenos Aires en tiempos de Sarmiento, legó las 2.024 hectáreas<br />
de su estancia Nuestra Señora de Luján —heredadas<br />
de su madre—, para fundar una comunidad agrícola.<br />
Nemesio era un contrera: cuando todo el país exigía precios<br />
altísimos por la tierra, quiso que cada trabajador tuviera su<br />
parcela a un precio de mercado de La Salada.<br />
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El pueblo le debe todo a Nemesio. En 1888, ordenó el trazado<br />
de calles. Fundó dos colegios. Construyó la estación de<br />
tren. Puso un telégrafo, un cementerio, un destacamento<br />
policial y un correo. Legó 202 hectáreas, más cien mil ladrillos,<br />
animales y herramientas a los salesianos para edificar su<br />
escuela agrícola, aún hoy en plena actividad: la Don Bosco.<br />
En 1890, durante sus bodas de plata, Nemesio levantó la<br />
parroquia. Murió quince años más tarde, a la vuelta de la<br />
iglesia, en una esquina hoy cubierta con chapas y árboles en<br />
donde antes había habitaciones.<br />
Tal vez escuchó hablar de estas historias. Tal vez, no. Pero<br />
si alguna vez se le ocurrió visitar el pueblo, atraído por el<br />
hechizo de sus casas coloniales, su tambo de cabras, su local<br />
de cerveza artesanal, la estancia que era de Carlos Pellegrini<br />
y hoy tiene trece habitaciones en suite distribuidas en tres<br />
plantas, seguramente si lo visitó lo habrá sorprendido el recibimiento<br />
en plena plaza principal. Una vez que usted se ha<br />
bajado del auto, ha dejado la alarma sin activar, ha respirado<br />
el aire agreste del pueblo, ha tenido un rápido parpadeo de<br />
la pulpería El Palenque –una construcción de 1890 frente a<br />
la plaza–, lo más probable es que usted sea bienvenido, en su<br />
calidad de turista, por un puñado de locos. Es más fácil<br />
encontrar locos en Uribe, que sierras en Córdoba, lobos marinos<br />
en Mar del Plata o caracoles en Santa Teresita. Hay un<br />
neuropsiquiátrico a una cuadra de la plaza principal, que<br />
recibe locos de todo el país y al día de hoy no da abasto. Sin<br />
ir más lejos, acaban de telefonear al director desde Carmen<br />
de Patagones para pedir el traslado de uno, pero le explicaron<br />
que estaban a tope: 98 internos y no hay más lugar .<br />
salidas. El hospital<br />
psiquiátrico del pueblo<br />
recibe gente de todo el<br />
país. No todos los internos<br />
pueden salir por el pueblo.<br />
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