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Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia ...

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manos <strong>de</strong> su colega Cortázar, refugiarse en su casa y<br />

temblar. Fue preciso ponerse en manos <strong>de</strong> un pueblo<br />

ofendido, en manos <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong> quien no podía<br />

esperar sino <strong>de</strong>cretos <strong>de</strong> muerte.<br />

Cortázar cumplió con su promesa. Esperó un momento<br />

favorable, un momento en que el pueblo no fuese tan<br />

numeroso, y en una silla <strong>de</strong> manos lo conducía a las<br />

casas consistoriales en don<strong>de</strong> estaba reunida la Junta<br />

Suprema. Apenas lo percibió el pueblo, se arrojó<br />

sobre su presa. Don Vicente Benavi<strong>de</strong>s frustró un<br />

golpe mortal que le tiró uno <strong>de</strong> la turba. Esfuerzos<br />

costó subirlo ileso a la galería. Cuando Alba se vio a la<br />

vista <strong>de</strong> un pueblo inmenso, <strong>de</strong> un pueblo implacable,<br />

entre cuyos individuos no contaba un amigo, <strong>de</strong> un<br />

pueblo que solo pedía su suplicio y su sangre, se<br />

llenó <strong>de</strong> consternación y <strong>de</strong> espanto. Apenas se pudo<br />

quitar el sombrero y pronunciar lánguidamente estas<br />

palabras: señores, ya estoy preso. El pueblo gritó: bueno,<br />

bueno; falta la cabeza. ¡Infeliz!, en este momento vio<br />

que cargaba sobre sí toda la indignación pública, y en<br />

este momento conoció que el terror es el camino más<br />

seguro para el cadalso.<br />

El señor vicepresi<strong>de</strong>nte, los vocales don Frutos<br />

Gutiérrez y don Francisco Morales, y otros amigos<br />

<strong>de</strong>l pueblo consiguieron a fuerza <strong>de</strong> exponerse,<br />

llevarlo con vida a la cárcel. Picas, espadas, puñales,<br />

amenazas, todos los signos <strong>de</strong>l furor y <strong>de</strong> la venganza<br />

ro<strong>de</strong>aron a este ministro y a sus <strong>de</strong>fensores. Alba<br />

contaba mucho con nuestra mansedumbre. No se le<br />

podía haber preguntado en esos momentos terribles:<br />

¿Estas son las ovejas, estos son los cor<strong>de</strong>ros que se<br />

<strong>de</strong>jan <strong>de</strong>gollar sin quejarse? ¿No has dicho muchas<br />

veces que los moradores <strong>de</strong> Santafé son perros a<br />

quienes se han arrancado todos los dientes? Veinte<br />

años <strong>de</strong> observación no le habían bastado para<br />

conocer nuestro carácter. Pues que sepa, y que<br />

82 Colección Bicentenario

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