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Dinero - Confiar

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que los niños llegaran solos por la tarde, al salir<br />

del colegio, aunque tres veces a la semana<br />

venía una empleada, y los otros días venía mi<br />

mamá. Lo que pasa es que el periódico es una<br />

esclavitud, con turnos de ocho días sin fines<br />

de semana, con horarios de doce o trece horas,<br />

sin tiempo para estar con los hijos ni revisarles<br />

las tareas ni verlos crecer, sin siquiera<br />

un minuto para cortarles las uñas.<br />

Las casas, además, se van cayendo cuando<br />

no hay una mujer que las gobierne, y de<br />

mes en mes mi casa estaba más sucia, más triste,<br />

más desordenada. La comida era pésima,<br />

había goteras, el timbre no sonaba, la cocina<br />

olía a grasa, las matas se secaron, un desastre.<br />

Por todo esto, y porque ya era seguro que la<br />

difunta no iba a resucitar, yo le propuse a mi<br />

mamá que viviéramos juntos, que compráramos<br />

un apartamento grande entre los dos y<br />

así ella podía ayudarme más tiempo con los<br />

niños, y podíamos dividir todos los gastos, y<br />

hasta pagar una muchacha fija que ayudara<br />

en los oficios. Mi madre es una señora viuda,<br />

jubilada, de más de setenta años, pero fuerte<br />

y activa todavía. La idea de vivir otra vez<br />

con el hijo, y sobre todo la idea de pasar toda<br />

la semana con los nietos, la llenó de un entusiasmo<br />

juvenil entre edípico y maternal.<br />

Lo primero que hicimos fue poner en<br />

venta la casa donde yo vivía con los niños,<br />

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