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por el Estadio, y tuvimos mucha suerte porque<br />
un constructor había comprado la casa<br />
de al lado y quería también la nuestra para<br />
poder levantar un edificio. La vendí bien y<br />
puse el dinero en el banco mientras mi mamá<br />
vendía también su apartamento y juntábamos<br />
el capital para comprar algo más grande<br />
y mejor entre los dos. Mientras ella vendía,<br />
nos acomodamos todos allá, en el apartamentico<br />
de ella, por la Floresta, pero como<br />
tenía apenas un cuarto, los niños y yo tuvimos<br />
que apeñuscarnos en la sala, entre muebles,<br />
colchones, cajas de ropa, juguetes y útiles<br />
del colegio. Fuera de eso yo había cometido<br />
el error, para atenuarles la falta de mi<br />
esposa, de comprarles un perro, y entonces<br />
éramos cuatro los que teníamos que dormir<br />
en el mismo espacio, a veces entre olores que<br />
se me hace innecesario describir. Vivíamos<br />
muy estrechos, pero menos infelices que antes<br />
y con la esperanza de una nueva casa en<br />
la que cada uno tendría su cuarto, y en la que<br />
todos esquivaríamos la soledad.<br />
Yo mismo vi el aviso en el periódico. Me<br />
llamó la atención porque el anuncio era más<br />
grande de lo habitual, y hablaba de una urgencia<br />
por motivo de viaje al exterior. Además<br />
recibían alguna propiedad de menor valor<br />
como parte de pago. Ofrecían un apartamento<br />
enorme, casi de trescientos metros,<br />
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