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Dinero - Confiar

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zaba con el mismo aire de inocencia con que<br />

otros dicen tonterías.<br />

—¿Y los que nacieron desvalidos, y por<br />

esfuerzo propio triunfaron: un Rockefeller,<br />

un Carnegie, un...? —replicó fogosamente<br />

Gerardo.<br />

—Ésos vegetaron tristemente, mientras<br />

que sus raíces chupaban de la reseca arena;<br />

pero cuando por azar las hundieron en capas<br />

ricas de sustancias nutritivas, entonces...<br />

—Pero para llegar a esas capas ricas necesitaron<br />

del esfuerzo heroico de su voluntad.<br />

—Necesitaron, sobre todo, que las capas<br />

ricas existieran...<br />

—¿Conocieron ustedes al Monito Fleis?<br />

—dijo de pronto, interrumpiéndolos, el director<br />

de la mina.<br />

—¿Al marido de la Mona Dávila?<br />

—¿Al papá del Monito Colibacilo?<br />

—El mismo. Pues bien: el Monito Fleis<br />

era un hombre de malas.<br />

—Algún haragán —contestó Gerardo.<br />

—Era diligente, era honrado. Oigan pues:<br />

hace de ello mucho tiempo, antes de la guerra<br />

última, hubo cierto mes en que estas minas<br />

de Echandía pasaron por una crisis formidable;<br />

en la cantina de Manuel Antonio<br />

Taborda se comentaba el asunto.<br />

—Sí, señor —decía Cusuco—; se berrió<br />

Echandía. ¿Que no? Miren: el filón de Bo-<br />

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