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me encontré con la suerte que tu fusta me<br />
tenía reservada y que por poco me conduce<br />
a la muerte.<br />
Echóse a reír, al oírlo, el guali, con tales<br />
bríos, que dejó ver su muela del juicio. Y<br />
luego le dijo:<br />
—¡Ye el menguado! Tres veces oí yo en<br />
mi sueño una voz que me decía: “Hay en<br />
Bagdad una casa de estas y estas señas, y<br />
en ella hay una fuente así y asá, y debajo de<br />
la fuente hay un tesoro enterrado; vé allá y<br />
cógelo, que para ti está reservado”. Y yo, ya<br />
lo ves, no hice ningún caso de esa voz que<br />
oí en sueños y me quedé aquí tan fresco,<br />
mientras que tú, pobre iluso, dejaste tu país<br />
y te trasladaste a Egipto solamente por un<br />
vano sueño y un loco delirio.<br />
Dióle después el guali al bagdadí unos<br />
dirhemes y le dijo:<br />
—¡Apáñate con ellos hasta que vuelvas<br />
a tu tierra!<br />
Y el bagdadí tomó el dinero y se volvió<br />
a su país. Y dizque la casa aquella que el<br />
guali le describiera era precisamente la suya;<br />
de forma, pues, que al llegar a ella el de<br />
Bagdad púsose luego a cavar debajo de la<br />
fuente que el guali le dijera y se encontró,<br />
efectivamente, con un tesoro que contenía<br />
grandes riquezas.<br />
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