La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
SEMPRONIO.- Todas las vertí por yr más liuiano. Que harto tengo que lleuar en estas coraças, que me hiziste vestir por<br />
importunidad; que bien las rehusaua <strong>de</strong> traer, porque me parescían <strong>para</strong> huyr muy pesadas. ¡Escucha, escucha! ¿Oyes,<br />
Pármeno? ¡A malas andan! ¡Muertos somos! Bota presto, echa hazia casa <strong>de</strong> <strong>C<strong>el</strong>estina</strong>, no nos atajen por nuestra casa.<br />
PÁRMENO.- Huye, huye, que corres poco. ¡O pecador <strong>de</strong> mí!, si nos han <strong>de</strong> alcançar, <strong>de</strong>xa broqu<strong>el</strong> e todo. [96]<br />
SEMPRONIO.- ¿Si han muerto ya a nuestro amo?<br />
PÁRMENO.- No sé, no me digas nada; corre e calla, que <strong>el</strong> menor cuydado mio es esse.<br />
SEMPRONIO.- ¡Ce!, ¡ce! ¡Pármeno! Torna, torna callando, que no es sino la gente <strong>de</strong>l aguazil, que passaua haziendo<br />
estruendo por la otra calle.<br />
PÁRMENO.- Míralo bien. No te fíes en los ojos, que se antoja muchas veces vno por otro. No me auían <strong>de</strong>xado gota <strong>de</strong><br />
sangre. Tragada tenía ya la muerte, que me parescía que me yuan dando en estas espaldas golpes. En mi vida me acuerdo hauer<br />
tan gran temor ni verme en tal afrenta, avnque he andado por casas agenas harto tiempo e en lugares <strong>de</strong> harto trabajo. Que<br />
nueue años seruí a los frayles <strong>de</strong> Guadalupe, que mill vezes nos apuñeauamos yo e otros. Pero nunca como esta vez houe miedo<br />
<strong>de</strong> morir.<br />
SEMPRONIO.- ¿E yo no seruí al cura <strong>de</strong> Sant Migu<strong>el</strong> e al mesonero <strong>de</strong> la plaça e a Mollejar, <strong>el</strong> ort<strong>el</strong>ano? E también yo<br />
tenía mis questiones con los que tirauan piedras a los páxaros, que assentauan en vn álamo gran<strong>de</strong> que tenía, porque dañauan<br />
la ortaliza. Pero guár<strong>de</strong>te Dios <strong>de</strong> verte con armas, que aqu<strong>el</strong> es <strong>el</strong> verda<strong>de</strong>ro temor. No en bal<strong>de</strong> dizen: cargado <strong>de</strong> hierro e<br />
cargado [97] <strong>de</strong> miedo. Bu<strong>el</strong>ue, bu<strong>el</strong>ue, que <strong>el</strong> aguazil es, cierto.<br />
MELIBEA.- Señor Calisto, ¿qué es esso que en la calle suena? Parescen vozes <strong>de</strong> gente, que van en huyda. Por Dios, mírate,<br />
que estás a p<strong>el</strong>igro.<br />
CALISTO.- Señora, no temas, que a buen seguro vengo. Los míos <strong>de</strong>uen <strong>de</strong> ser, que son unos locos e <strong>de</strong>sarman a quantos<br />
passan e huyríales alguno.<br />
MELIBEA.- ¿Son muchos los que traes?<br />
CALISTO.- No, sino dos; pero, avnque sean seys sus contrarios, no recebirán mucha pena <strong>para</strong> les quitar las armas e hazerlos<br />
huyr, según su esfuerço. Escogidos son, señora, que no vengo a lumbre <strong>de</strong> pajas. Si no fuesse por lo que a tu honrra toca,<br />
pedaços harían estas puertas. E si sentidos fuessemos, a ti e a mí librarían <strong>de</strong> toda la gente <strong>de</strong> tu padre.<br />
MELIBEA.- ¡O por Dios, no se cometa tal cosa! Pero mucho plazer tengo que <strong>de</strong> tan fi<strong>el</strong> gente andas acompañado.<br />
Bienempleado es <strong>el</strong> pan, que tan esforçados siruientes comen. Por mi amor, señor, pues tal gracia la natura les quiso dar, sean<br />
<strong>de</strong> ti bientratados e galardonados, porque en todo te guar<strong>de</strong>n secreto. E quando sus osadías e atreuimientos les corregieres, a<br />
bu<strong>el</strong>tas <strong>de</strong>l castigo mezcla fauor. Porque los [98] ánimos esforçados no sean con encogimiento diminutos e yrritados en <strong>el</strong><br />
osar a sus tiempos.<br />
PÁRMENO.- ¡Ce!, ¡ce!, señor, quítate presto <strong>de</strong>n<strong>de</strong>, que viene mucha gente con hachas e serás visto e conoscido, que no hay<br />
don<strong>de</strong> te metas.<br />
CALISTO.- ¡O mezquino yo e como es forçado, señora, partirme <strong>de</strong> ti! ¡Por cierto, temor <strong>de</strong> la muerte no obrara tanto, como<br />
<strong>el</strong> <strong>de</strong> tu honrra! Pues que assí es, los áng<strong>el</strong>es que<strong>de</strong>n con tu presencia. Mi venida será, como or<strong>de</strong>naste, por <strong>el</strong> huerto.<br />
MELIBEA.- Assí sea e vaya Dios contigo.<br />
PLEBERIO.- Señora muger, ¿duermes?<br />
ALISA.- Señor, no.<br />
PLEBERIO.- ¿No oyes bullicio en <strong>el</strong> retraimiento <strong>de</strong> tu hija?<br />
ALISA.- Sí oyo. ¡M<strong>el</strong>ibea! ¡M<strong>el</strong>ibea!<br />
PLEBERIO.- No te oye; yo la llamaré más rezio. ¡Hija mía M<strong>el</strong>ibea!<br />
MELIBEA.- ¡Señor!<br />
PLEBERIO.- ¿Quién da patadas e haze bullicio en tu cámara?<br />
MELIBEA.- Señor, Lucrecia es, que salió por vn jarro <strong>de</strong> agua <strong>para</strong> mí, que hauía gran sed.<br />
PLEBERIO.- Duerme, hija, que pensé que era otra cosa. [99]<br />
LUCRECIA.- Poco estruendo los <strong>de</strong>spertó. Con gran pauor hablauan.<br />
MELIBEA.- No ay tan manso animal, que con amor o temor <strong>de</strong> sus hijos no asperece. Pues ¿qué harían, si mi cierta salida<br />
supiessen?<br />
CALISTO.- Cerrad essa puerta, hijos. E tú, Pármeno, sube vna v<strong>el</strong>a arriba.<br />
SEMPRONIO.- Deues, señor, reposar e dormir esto que queda d' aquí al día.