La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
La Celestina - 10 reglas de oro para el exito
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
ELICIA.- Cata que creo que, avnque llame <strong>el</strong> que mandas, no aurá effecto lo que quieres, porque la pena <strong>de</strong> los que<br />
murieron por <strong>de</strong>scobrir <strong>el</strong> secreto porná silencio al biuo <strong>para</strong> guardarle. Lo que me dizes <strong>de</strong> mi venida a tu casa te agra<strong>de</strong>sco<br />
mucho. E Dios te ampare e alegre en tus necessida<strong>de</strong>s, que bien muestras <strong>el</strong> parentesco e hermandad no seruir <strong>de</strong> viento, antes<br />
en las aduersida<strong>de</strong>s aprouechar. Pero, avnque lo quiera hazer, por gozar <strong>de</strong> tu dulce compañía, no podrá ser por <strong>el</strong> daño que<br />
me vernía. <strong>La</strong> causa no es necessario <strong>de</strong>zir, pites hablo con quien me entien<strong>de</strong>. Que allí, hermana, soy conoscida, allí estoy<br />
aparrochada. Jamás per<strong>de</strong>rá aqu<strong>el</strong>la casa <strong>el</strong> nombre <strong>de</strong> <strong>C<strong>el</strong>estina</strong>, que Dios aya. Siempre acu<strong>de</strong>n allí moças conoscidas e<br />
allegadas, medio parientas <strong>de</strong> las que <strong>el</strong>la crió. Allí hazen sus conciertos, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se me seguirá algún prouecho. E también<br />
essos pocos amigos, que me quedan, no me saben otra morada. Pues ya sabes quán duro es <strong>de</strong>xar lo vsado e [154] que mudar<br />
costumbre es a par <strong>de</strong> muerte e piedra mouediza que nunca moho la cobija. Allí quiero estar, siquiera porque <strong>el</strong> alquile <strong>de</strong> la<br />
casa, que está pagado por ogaño, no se vaya em bal<strong>de</strong>. Assí que, avnque cada cosa no abastasse por sí, juntas aprouechan e<br />
ayudan. Ya me paresce que es hora <strong>de</strong> yrme. De lo dicho me lleuo <strong>el</strong> cargo. Dios que<strong>de</strong> contigo, que me voy.<br />
[155]<br />
Aucto décimo sesto<br />
ARGUMENTO DEL DECIMOSESTO AUCTO<br />
Pensando Pleberio e Alisa tener su hija M<strong>el</strong>ibea <strong>el</strong> don <strong>de</strong> la virginidad conseruado, lo qual, según ha parescido, está en<br />
contrario, y están razonando sobre <strong>el</strong> casamiento <strong>de</strong> M<strong>el</strong>ibea; e en tan gran quantidad le dan pena las palabras, que <strong>de</strong> sus<br />
padres oye, que embía a Lucrecia <strong>para</strong> que sea causa <strong>de</strong> su silencio en aqu<strong>el</strong> propósito.<br />
PLEBERIO, ALISA, LUCRECIA, MELIBEA.<br />
PLEBERIO.- Alisa, amiga, <strong>el</strong> tiempo, según me parece, se nos va, como dizen, entre las manos. Corren los días como agua<br />
<strong>de</strong> río. No hay cosa tan ligera <strong>para</strong> huyr como la vida. <strong>La</strong> muerte nos sigue e ro<strong>de</strong>a, <strong>de</strong> la qual somos vezinos e hazia su<br />
van<strong>de</strong>ra nos acostamos, según natura. [156] Esto vemos muy claro, si miramos nuestros yguales, nuestros hermanos e<br />
parientes en <strong>de</strong>rredor. Todos los come ya la tierra, todos están en sus perpetuas moradas. E pues somos inciertos quándo<br />
auemos <strong>de</strong> ser llamados, viendo tan ciertas señales, <strong>de</strong>uemos echar nuestras baruas en remojo e aparejar nuestros far<strong>de</strong>les<br />
<strong>para</strong> andar este forçoso camino; no nos tome improuisos ni <strong>de</strong> salto aqu<strong>el</strong>la cru<strong>el</strong> boz <strong>de</strong> la muerte. Or<strong>de</strong>nemos nuestras<br />
ánimas con tiempo, que más vale preuenir que ser preuenidos. Demos nuestra hazienda a dulce sucessor, acompañemos<br />
nuestra vnica hija con marido, qual nuestro estado requiere, porque vamos <strong>de</strong>scansados e sin dolor <strong>de</strong>ste mundo. Lo qual con<br />
mucha diligencia <strong>de</strong>uemos poner <strong>de</strong>s<strong>de</strong> agora por obra e lo que otras vezes auemos principiado en este caso, agora aya<br />
execución. No que<strong>de</strong> por nuestra negligencia nuestra hija en manos [157] <strong>de</strong> tutores, pues parescerá ya mejor en su propia<br />
casa que en la nuestra. Quitarla hemos <strong>de</strong> lenguas <strong>de</strong> vulgo, porque ninguna virtut ay tan perfecta, que no tenga vituperadores<br />
e maldizientes. No ay cosa con que mejor se conserue la limpia fama en las vírgines, que con temprano casamiento. ¿Quién<br />
rehuyría nuestro parentesco en toda la ciudad? ¿Quién no se hallará gozoso <strong>de</strong> tomar tal joya en su compañía? ¿En quien<br />
caben las quatro principales cosas que en los casamientos se <strong>de</strong>mandan, conuiene a saber: lo primero discrición, honestidad e<br />
virginidad: segundo, hermosura; lo terçero <strong>el</strong> alto origen e parientes; lo final, riqueza? De todo esto la dotó natura.<br />
Qualquiera cosa que nos pidan hallarán bien complida.<br />
ALISA.- Dios la conserue, mi señor Pleberio, porque nuestros <strong>de</strong>sseos veamos complidos en nuestra vida. Que antes pienso<br />
que faltará ygual a nuestra hija, según tu virtut e tu noble sangre, que no sobrarán muchos que la merezcan. Pero como esto<br />
sea officio <strong>de</strong> los padres e muy ageno a las mugeres, como tú lo or<strong>de</strong>nares, seré yo alegre, e nuestra hija obe<strong>de</strong>cerá, según su<br />
casto biuir e honesta, vida y humildad.<br />
LUCRECIA.- ¡Avn si bien lo supiesses, rebentarías! ¡Ya!, ¡ya! ¡Perdido es lo mejor! ¡Mal año [158] se os apareja a la<br />
vejez! Lo mejor Calisto lo lleua. No ay quien ponga virgos, que ya es muerta <strong>C<strong>el</strong>estina</strong>. Tar<strong>de</strong> acordays y más auía<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
madrugar. ¡Escucha!, ¡escucha! señora M<strong>el</strong>ibea.<br />
MELIBEA.- ¿Qué hazes ay escondida, loca?<br />
LUCRECIA.- Llégate aquí, señora, oyrás a tus padres la priessa que traen por te casar.<br />
MELIBEA.- Calla, por Dios, que te oyrán. Déxalos parlar, déxalos <strong>de</strong>uaneen. Vn mes há que otra cosa no hazen ni en otra<br />
cosa entien<strong>de</strong>n. No parece sino que les dize <strong>el</strong> coraçón <strong>el</strong> gran amor que a Calisto tengo e todo lo que con él vn mes há he<br />
passado. No sé si me han sentido, no sé qué se seaaquexarles más agora este cuydado que nunca. Pues mándoles yo trabajar