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principales leyendas y mitos chilenos - Dean Amory

Compilacion de las leyendas y mitos populares de Chile.

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naturales enfurecidas nada le pudo hacer frente. Enormes árboles, arrancados con<br />

las raíces de sus bases, bajaban dando tumbos desde lo alto en los torrentes de agua<br />

y lodo. Rodando y rodando parecían gigantes gesticulando con sus enormes brazos.<br />

Parecía como si intentaran sujetarse de algo en su danza moribunda. Donde los ríos<br />

de lava candente se precipitaban al cercano lago Paimún, hervía el agua. Decenas<br />

de metros y con silbido demoniaco se elevaba agua y vapor al cielo. Centenares de<br />

gordas percas flotaban muertas sobre su agitada superficie.<br />

Durante las diversas erupciones del enfurecido volcán volaban enormes masas de<br />

roca candente. En todas partes reinaba devastadora destrucción y tremenda<br />

mortandad. El volcán Lanín, cuyo nombre significa “sumergido en cenizas” había<br />

estallado con ferocidad después de decenios de años de silencio. Más de la mitad de<br />

la tribu de los Huiliches que entonces habitaba aquel lugar, había sucumbido en<br />

aquella trágica noche. Fallecieron con horribles tormentos gritando su<br />

desesperación al cielo. Murieron destrozados por la lluvia de rocas candentes,<br />

ahogados por las enormes masas de torrentosas aguas y lodo y quemados por la<br />

lava que descendía de la altura.<br />

Su padre, el cacique NAHUEL, fué despertado aquella noche trágica por un<br />

presentimiento. Podría haber sido por las leves ondulaciones del suelo que en<br />

general se suelen anticipar a una posible erupción. O bien por el quedo rumor<br />

subterráneo del volcán, otro síntoma que preanunciaba un posible movimiento.<br />

Aquella noche había salido el cacique de su humilde choza observando con gran<br />

temor al gigantesco volcán, que lucía maravilloso en su blanca inocencia. Resaltaba<br />

contra el cielo nocturno con su hermosa silueta. Aún estaba observando el volcán,<br />

cuando repentinamente su perro negro de caza, el fiel Curicó, comenzó a llorar y a<br />

gemir. Esa infalible señal de alarma fué decisiva para la salvación de toda la familia<br />

Nahuel. Ahora se trataba sólo de minutos. Tenía que anticiparse a la pronta<br />

erupción principal, generalmente la superior de todas. Desde ese momento corría la<br />

familia entera para salvar sus vidas. A sus espaldas ya había comenzado el desastre.<br />

El diabólico cerro había comenzado a escupir muerte y destrucción. El pequeño<br />

Nahuel entonces, había espiado con ojos desorbitados y curiosos para ver aquel<br />

espectaculo inolvidable. Solo por pocos instantes, para luego cerrarlos encandilado<br />

y cegado por la inmensa luz.<br />

Su madre, en su desesperada corrida presa del pánico y para salvarlo y salvarse de<br />

una muerte segura no se había percatado que parte de su cabecita sobresalía por<br />

sobre su hombro izquierdo. De esa manera se encontraba justo en dirección hacia el<br />

enfurecido volcán. Por eso se había gravado aquella noche pavorosa para siempre<br />

en la memoria de Nahuel.<br />

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