Capítulo Primero

DB LoS lllENB8 -
lamente del derecho común, sino tambión de la naturaleza
de las cosas, y la excepción no debe escribirse en el con·
trato '.1). Nosotros preferimos, no obstante, la opinión contraria.
En principio, el consentimiento puede exrresarse
tácitamente tanto como de una manera expresa. Es verdad -
que las excepcioues no se presumen y que deben estipulal"
se. ¿Pero puede decirse que la inmovilización agrlcola es
una verdadera excepción? Esta es una regla establecida por
interés de la agricultura: ¿por qué ésta regla no recibirla su
aplicación en virtud de un consentimiento tácito? En el ea·
so presentado á la corte de Brusela~, el propietario había
comenzado por cultivar él mismo, luego los animales que
empleaba en el cultivo eran in muebles en el momento en
que el dió el dominio en arrendamieflto; éll"s dejó en el
fundo. ¿Acaso no era para asegurar su explotaciólI? Dichos
allimales habían seguido siendo su propiedad. Ahora bien,
¿podían seguir siendo su propiedad sin ser inmuebles? Nos·
otros no lo creamos, supuesto que estaban destinados á la
agricultura.
4A6. En definitiva, el destino agrícola es el elemento
esencial de la inmovilización. La ley lo dice en los artlcu·
los !S22 y !S2~. Aquí se presenta una nueva dificultad.
¿Este destino debe ser exclusivo? Se ha fallado, y con razón,
que los animales se vuelven inmu8bles desde el momento
en que se emplean en el cultivu, aunque sirvan todav!a
para otros usos: tales como los bueyes que labran la
tierra, conducen los henos, estiercol, trigo y otros produco
tos de la hacienda, y en los tiempos de sequía transportan
letía. Este transporte por más que sea extrafio al cultivo,
no impide que los bueyes estén ligados al cultivo, como lo
1 Bruselas, 8 de Agosto de 1811 (Dalloz, Bienes, núm. 68), y 1° de
}!'ebrero de 1854 (Pas",risil, 18;\4, ~,337). Hennequin, t. l?, p.25.
En senti,lo oontrario, Dalloz, núw. 68.