CULTURA - CREA - Universidad UNIACC

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3. Un salto al presente, y la mantención de las diferencias. La cultura es, esencialmente, un modo de vida. Si hay hombres, hay cultura, si hay sociedad, hay cultura. Si no hay cultura, no hay sociedad. Pero es evidente que cuando acusamos a alguien de ser muy culto, estamos hablando de otra cosa. Hay, por lo tanto, culturas y cultura. Los hombres parecemos comunicarnos para demostrar nuestras diferencias, y hacer sentir al otro que algunos son más iguales, en este caso, más cultos, que otros. Cuando se introduce el término Alta Cultura se hace esto en alemán, Hochkultur lo que suena serio e importante. Su opuesto sin embargo no es Baja Cultura, sino Cultura Popular, distinta, pero no inferior. El término alemán, Volkskultur, es el equivalente de folclore, de uso común. Podría pensarse que hay una diferencia esencial entre ambos; lo Alto está, por definición, por encima de lo demás. Afortunadamente no es tan simple, lo popular se enriquece con lo que llamaré aristocrático, a falta de otro término, y lo Alto recibe su fuerza de lo popular. Cuando la Edad Media levanta los más altos monumentos que una época haya dedicado a sí misma, las Catedrales góticas son la obra de trabajadores que no conocieron universidad ni alto conocimiento. La Catedral, Voz del Silencio y Libro de los Analfabetos es una alta cumbre de la cultura humana. Alta Cultura por definición, como no puede dejar de serlo. que ha perdurado en su imponente belleza durante casi un milenio. Al mismo tiempo, cultura popular, construida por artesanos. La cultura es tradición, es riqueza de vida y de conceptos recibida de un fondo común y antiguo, transmitida de generación en generación, Es también reinvención de lo tradicional en busca de una visión distinta del mundo y de la sociedad. Cada generación siente la necesidad de armar su propio universo, y cree, cada vez, que es la primera en pensarlo. Como su piedra angular, el hombre, es el mismo, es inevitable que las nuevas culturas tengan más de tradicional que de nuevo. 16
4. Palabras, palabras, palabras El soporte de la cultura es el lenguaje, que además asegura su transmisión. Cada cultura tiene su propio idioma, su manera de expresarse, y mientras más rica y variada es la cultura, más rico será el lenguaje. Cada intento de provocar un cambio cultural se encontrará con la limitación impuesta por el idioma, que nos mantiene apegados a nuestra tradición. La revolución cultural impuesta por sectores extremos del maoísmo en la China de los años sesenta se hizo en un idioma que había evolucionado y se había creado en algunos milenios, es decir que la revolución, por muy extremista que se sintiera y por muy absoluta que se pretendiera, no podía sino ser un reflejo de la cultura imperante, probada como sólida a través del tiempo. Vemos lejos porque estamos sobre los hombros de gigantes, afirmó un distinguido pensador. El propio pensamiento de Mao, que se planteó como evangelio durante largos años, era una actualización del confucianismo, novedad de dos milenios y medio. Nos quejamos continuamente de la falta de lenguaje, o del empobrecimiento del idioma, en nuestras jóvenes generaciones. Lo que estamos verdaderamente criticando es la existencia de una nueva cultura, alejada de lo libresco y avergonzada de depender de un pasado que no comprende y por lo tanto no reconoce. Acusamos entonces a los jóvenes de incultura, porque viven una realidad distinta de la nuestra, la que, pese a su aparente simplicidad, nos es incomprensible. La acusación no tiene mucho sentido, la cultura juvenil es una subcultura con todas las reglas, es transmitida, representa a un grupo, tiene su propio lenguaje, separa a sus miembros de los demás, dándoles un sentido de identidad. Es otra cultura, pero es cultura. El problema es otro: es el del malestar generalizado por la canalización de nuestros intereses, que nos hace vivir otra cultura, la de la mediocridad que es su factor dominante. Se puede postular una tesis que responde a lo obvio, y que sin embargo evitamos formular, por una mezcla de pudor personal y de acatamiento a los que, a falta de palabra, tienen el grito. 17
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