CULTURA - CREA - Universidad UNIACC
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y de que hay diferencias entre el acceso al modo de vida simple y limitado, y a una<br />
calidad de vida que se basa en la destilación poderosa y exquisita de milenios,<br />
y que necesariamente tiene más matices y mayores complejidades que las que<br />
pueda ofrecer lo pasajero, lo que no trata de ir más allá de sí mismo, lo que olvida<br />
la esencia misma del ser humano.<br />
Aquí nos encontramos con el problema que plantea la base de la cultura<br />
contemporánea, el predominio de lo visual por sobre lo abstracto, todos aceptamos<br />
el hecho de que se lee menos, se mira más. Aclaro, se mira, no necesariamente<br />
se ve. Porque nuestro inevitable compañero, el televisor, nos lleva a mirar, pero es<br />
tanta la profusión de imágenes que terminamos viendo poco y analizando menos.<br />
Que es lo que pretende el medio, que definitivamente no tiene por objetivo el<br />
llevarnos a pensar más allá de una imagen cada vez más fugitiva.<br />
La cultura de la imagen, específicamente de la televisión, lleva en sí posibilidades<br />
enormes de ser un vehículo para una cultura más plena. Cuando apareció fue<br />
saludada como la contestación a la torre de Babel, el sitio en que confluirían<br />
lenguas y culturas para ser base de una humanidad más unida. El resultado final<br />
era previsible. Un medio con tanto poder no podía escapar a las leyes del mercado,<br />
la necesidad de conquistar a grandes masas tenía que llevar a una programación<br />
simple, que por lo mismo debía ser comercialmente viable. La cultura buscada<br />
no era la cultura como tal, sino la de la entretención. Los canales que mantienen<br />
programas de alto contenido tienen audiencias mínimas. La cultura, y el interés<br />
por mejorarla, se transmiten por modelos a seguir. Cuando los modelos son<br />
simplemente mediáticos, reafirman culturas mediáticas. Lo que crea un problema<br />
para los apóstoles de la alta cultura. El modelo a seguir es simple, no hay razón<br />
para complicarse. La guerra de las imágenes es tan vieja como la cultura, es decir,<br />
como el hombre.<br />
Baste el ejemplo de América. Los conquistadores se encontraron con culturas<br />
avanzadas, con imágenes de alto poder, con una cultura ritual equivalente a la<br />
que traían. Hicieron lo único de que eran capaces, destruyeron las imágenes<br />
que eran de falsos ídolos, para reemplazarlas por las que traían ellos que eran<br />
desde luego las de verdaderos dioses. La cultura indígena se vengó adaptando<br />
las nuevas divinidades a las antiguas, en un sincretismo que creó un nuevo arte, y<br />
una nueva cultura. Las imágenes del conquistador cubrieron las del conquistado,<br />
en un proceso sangriento. Siglos antes los iconoclastas se habían dedicado a<br />
destruir las imágenes, que eran enemigas sacrílegas y destructoras de la unidad<br />
que significaba una divinidad que se pretendía abstracta.<br />
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