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CULTURA - CREA - Universidad UNIACC

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diferencias, y por sus comportamientos –extraños- desde luego, ya que no eran los<br />

mismos que tenían nuestros pares. La evaluación tenía que estar a cargo del grupo<br />

más importante, los europeos, y se basaba en una serie de parámetros morales,<br />

o religiosos, lo que era más o menos lo mismo. Para un consuelo mínimo frente a<br />

nuestra tontería auto referente, hay que recordar que esta ilusión de posición central<br />

nunca fue monopolio de la cultura occidental, es más bien una falta de reflexión<br />

rigurosa que podemos considerar universal, es un desprecio o una forma elemental<br />

de envidia, o quizás simplemente de los más elementales celos que son parte de<br />

cierta etapa en la formación del hombre. Hasta hoy repetimos en forma peyorativa<br />

el término griego “ bárbaro” que en realidad significa simplemente extranjero.<br />

La consideración dada a la Biblia como Libro de los Libros y Palabra de la divinidad,<br />

y su aceptación literal, complicaba más el razonamiento, al dejar fuera de sus<br />

páginas a una parte importante de la humanidad y plantear la maldad de los que no<br />

seguían la palabra del dios. La caída de Gracia era la causa de la inferioridad de los<br />

que se despreciaba, o temía. Como nuestros prejuicios no parecen bastarnos, y<br />

queremos llenar tomos de profunda filosofía para justificar nuestras ideas, por muy<br />

descabelladas que sean, se elaboró una teoría, la de la degeneración, según la cual<br />

los pueblos llamados primitivos descendían de grupos anteriores a la construcción<br />

de la Torre de Babel. Se jugaba (y aquí el uso del verbo en el pasado es una<br />

cortesía, porque esa tontería persiste) a ver en esos pueblos grupos no totalmente<br />

humanos. Esto permitía tomarse con ellos libertades que con los europeos ya no<br />

eran aceptables.<br />

De entre esta maraña de prejuicios y confusiones salió una voz que afirmó que los<br />

hombres son lo que son de acuerdo a sus experiencias. El tema de la cultura se<br />

imponía a la simplificación racial o hereditaria. No hay ideas innatas que deciden<br />

el comportamiento, afirmó hace trescientos años John Locke. Las experiencias<br />

nos diferencian, las culturas varían, pero en el fondo hay una unidad básica de la<br />

humanidad. Como todas las ideas, las de Locke fueron llevadas a extremos casi<br />

grotescos, y ya en el Siglo XVIII se pretendió enseñar a hablar a los monos. Estos<br />

experimentos, lo recuerdo de paso, se han seguido haciendo, con un gran éxito<br />

mediático, pero con bastante menos fortuna en los fríos análisis de lingüistas,<br />

antropólogos, o simples ciudadanos que consideran que lo imposible no se puede.<br />

La cultura, y su parte esencial, el lenguaje, requiere de determinadas características<br />

físicas, no hay hombre sin cultura, pero tampoco hay cultura, en su más alto<br />

sentido, sin hombre. Sin embargo, y pese a los intentos de llevar un pensamiento<br />

claro a sus límites de absurdo, el principio según el cual todos los hombres fueron<br />

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