CULTURA - CREA - Universidad UNIACC

Podemos hablar de una cultura de la destrucción, o de una cultura del odio, pero al
hacerlo estamos jugando con la polisemia, y aplicando un término a un concepto
con el que en realidad no puede unirse. Cuando hablamos de la necesidad de
reforzar nuestra identidad cultural, o de mejorar, o alzar, nuestra cultura, lo que
estamos haciendo es pedir una inclusión mayor, es decir, queremos que se acepte
como propio un patrimonio que es de toda la humanidad, que vendrá a hacer más
fecundo aquel en que crecimos, o que aprendimos en forma académica.
Debemos cuidarnos de temer lo que es diferente, estar abiertos a influencias nuevas
y antiguas. Nuestras tradiciones no se perderán porque somos capaces de verlas con
un mayor distanciamiento ni porque reconocemos que la tradiciones de los demás
tienen la misma validez que las nuestras. Lo que sí debemos evitar a toda costa es
una vieja trampa que nos trata de hacer pasar por cultura lo que es dominación o
simple transacción comercial. No podemos dejarnos engañar por quienes se sirven
del sonido de las palabras, olvidando los conceptos que están detrás.
Las dominaciones de grupos se hacen generalmente con el pretexto de una cultura
superior que debe ocupar el lugar de una que no tiene el mismo valor. No podemos
aceptarlas, aunque nos lleguen a través de las pantallas, grandes o pequeñas, o a
través de la maravilla de Internet, que nos trae lo bueno, que es su propia existencia
y sus posibilidades, pero también lo malo, que es la transmisión de valores que
no lo son, y de una cultura que claramente no lo es, que carece da raíces y que
en definitiva, como no tiene pasado propio, tampoco puede tener futuro. Para
librarnos de la anti-cultura debemos acorazarnos en una cultura auténtica, que sea
nuestra y que acepte lo que debe aceptar, y sepa rechazar lo que es fuego artificial
y que termina haciéndonos rechazar, por el desprecio o el olvido, nuestra cultura
en vez de entregarle un nuevo elemento, o una nueva visión.
Aclaré que la cultura no es erudición, y que no es conocimiento. Esto no significa
que existe cultura sin conocimiento, adquirido por lectura, conversación,
preparación académica o bien por observación. Quiere decir que va más allá de
una elaboración y una asimilación de lo aprendido. El acceso a la Alta Cultura
es sin duda un camino estrecho, pero está abierto, y no hay obstáculos para
el que realmente tiene su meta clara. Nunca sabremos si la hemos alcanzado,
cada conocimiento nos lleva al siguiente, hasta que llegamos a las interrogantes
universales, sin respuesta posible. Pero el sólo hecho de hacernos las preguntas
es indicación de que hemos llegado a distinguir la cultura de base, sea cual fuera,
a la que todos pertenecemos, de la cultura que llega más allá, y que nos lleva a una
dimensión inimaginable. Para descubrirla hay que tener conciencia de que existe,
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