CULTURA - CREA - Universidad UNIACC

Medio milenio más tarde nuevas imágenes cerraban el paso a ese pensamiento
abstracto, pero ahora lo harían sin dolor y en forma de entretención, cambiando las
tenazas y la hoguera por romance, la catarsis de la violencia, y la explosión de la risa
por lo que sucedía a otros. Sin duda estamos ante una nueva forma de cultura, no
tan nueva quizás, porque ya íconos y catedrales se habían encargado de enseñar
historia sagrada a los analfabetos. Pese a todas las críticas, hay que reconocer
que esta distinta manera de enfrentar nuestros días, que se convertía en una nueva
forma de traspasar la cultura, se había impuesto, y que lo que falta simplemente es
decidir qué cultura se traspasa, y cuáles son los nuevos parámetros por lo cuales
decidiremos lo que es alta y lo que es popular.
Esta nueva cultura de la imagen ha sido llamada neo barroca, por la
descontextualización y el reempleo, la confusión de registros étnicos y culturales,
la confusión entre realidad y ficción. Sin embargo está claro que su poder va más
allá de los que el Siglo XVII pudo concebir, ni siquiera en sus más elaborados
delirios. Está en lo alto y en lo bajo, se sirve de elementos tradicionales, y les añade
interpretaciones simplificadas, destinadas a una audiencia masiva.
Nos coloca nuevamente en el problema casi majadero de las definiciones, agravado
por el desacuerdo entre los que la estudian. Es interesante subir a las altas cumbres
de los académicos para tratar de decidir de qué estamos hablando, y cuáles serían
los parámetros por los cuales regir nuestro pensamiento sobre ese ser diario que es
la cultura, y que se va haciendo cada día más extenso, y más difícil de asir.
Definir la cultura es definir la humanidad. Lo que significa decidir qué es ser hombre,
y cuál es la base de nuestras diferencias. Hay un evidente factor ideológico, y por lo
tanto político. Las culturas representan grupos, que pretenden ser, por lo menos, tan
buenos como sus vecinos, sean éstos amigos o enemigos. Ese -tan buenos- debe
ser replanteado porque en general sabemos, en el fondo de nuestros corazones,
que somos mejores, pero lo callamos generalmente, por cortesía. Considerarse
“el Pueblo”, es corriente y se da hasta entre los más ilustres y cultos de nuestros
ciudadanos. Mantener esta superioridad por razones puramente culturales no
basta, una pizca de superioridad racial ayuda a la autoestima. Recién el Siglo XVIII
vio el desarrollo de las ideas revolucionarias que habían de poner el énfasis en el
hombre como constructor de su sociedad, y por lo tanto de sí mismo.
Para apreciar la importancia del cambio debemos recordar lo que se ha pensado
del hombre a lo largo de nuestra historia. Naturalmente, la variedad ha sido un
tema importante. Estaba claro que existían -otros- que serían recordados por sus
31